Y llegaste, de nuevo sin avisar, sin anunciar la alevosa caida del agua sobre mis pies descalzos,
para arrancar la sonrisa de tu encuentro y mi manera de escribirte.
Te esperaba sin saber la causa ni si verías hacia mis ojos, mis ventanas y mis escritos, los trozos de polvo teñido que conservo abierto el corazón, incendiando la llama de mi esperanza, con sólo un hola.
Mujer de nieve, de fuego y de tierra cuyos ojos recuerdo al estremecerme, pensando en la vez que te miré por vez primera, pero estaba él, sin estar presente para mirarme comerte con los ojos mios.
Aún y después de todo y tanto, te esperaba sin saber si volvería a escuchar tu voz sin que me hablaras o las quejas del necio que te cele demasiado por la falta de confianza que se tenga de si mismo...
Cambiarán estos escritos una vez que te he encontrado de vuelta, más allá de mi ventana y mis páginas donde te construyo cuentos y capas mágicas que te cobijen, en espera de marzo mientras rozo con el frío y la distancia el breve recuerdo de tu sonrisa.
Bienvenida, porque te esperaba aún, y la luna nos mira en espera del encuetro que le justifique venirme acompañando en esta espera de abril y mayo, con las fotos que no muestren mi rostro para que no notes todo lo que te extrañé, sin haber llegado antes nunca, como hoy.
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