Sueños que hacemos realidad, en el ocaso del pasado, y el futuro esperado sin sobras, pero con una desesperación mutilada.
El arrepentimiento como único entendimiento entre los muertos, sin entender el estar vivo, cargado de un sufrimiento inexístente, pero causante de la sombra en la tierra que piso, sin poder ofrecer ayuda en las letras de mi epitafio.
Caminando por el pantanal que algun día se llamo olvido, expongo mís alas a la decepción del tiempo en un banco de metal, encaminado por las risas del despojo de la sociedad, donde las espinas del pasado hacen brotar la sangre que estimula la conservación de mís venas sobre un filo óxidado, donde la tierra de los sueños se convierte en la violación extrema de mi voz, provocando una sensación agonizante a toda alma oyente de mis sonidos más violentos.