Estallas, destilas mieles de placer entre las piernas si estas en mis manos, que te transitan lenta o velozmente, es la prudencia la vecina que nos pide guardar compostura y silencio cómplice de todo, pero con todo y tus miedos no limito ni mantengo mi decoro, eres demasiado volátil como para no explotar.
Mis dedos como piano te recorren el cuerpo entre blanco y negro, buscando el acorde perfecto que marque, los tiempos y la melodía de tus puntos álgidos, en que te encuentras en el punto y la cima de mí.
Explotas y emerges de las sombras de la tela que te cubre y te lastima, con movimientos rítmicos
mientras entre risas me muerdes, me arañas, me mantienes con vida, porque me alimento de tu esencia y tu saliva.
El sudor viene después, estas sonriente y sonrojada como yo, que despeinado me arreglo la camisa, tu sujetas tu cabello enmarañado por mis dedos juguetones y me reprendes un poco, pero nunca demasiado como para no hacerlo de nuevo, porque sé que te gusta, tanto como a mi.
Vuelas, te escabulles por la ventana y mis brazos cerca del calambre y el dolor, aún te recuerdan sobre mí, manos llenas de la explosión de tu cuerpo que dejó sus rastros sobre mí.
Me duelen los labios, esta vez me has mordido demasiado, pero eso cada vez me gusta más si lo haces tú, cerca del fingido encuentro donde te encuentro entre las sábanas y este espacio que nunca huele tan bien como cuando estas tú, aquí escondida en mi mente y entre sueños me acometes hasta lamentablemente despertar. |