Compré margaritas enanas. Las puse en un florero transparente y las orienté hacia donde vives. Sonreí al mirarlas y creí leer que sus corolas decían: "Somos de coco".
Las margaritas parecen juguetes. Son diminutas. Tienen un centro dorado y unos pétalos blancos. El señor que me las vendió, dijo que son: "grandes, casi gigantes". -Me apreté la boca con la mano para no carcajearme- y seguí atento " las cultivan bajo el influjo de la luna y el sol les llega con ayuda de espejos a un valle que está cercado por las montañas’’.
—Los pétalos en un principio son transparentes, después se llenan de palidez y terminan en blanco sideral. El centro de la flor parecería estar en llamas por el reflejo que dan los espejos, pero luego sobreviene un amarillo suave que tapiza el resto. Lo grandioso es, cuando uno se asoma a ellas.
Se quitó los lentes hechos de migajón, movió las cejas hirsutas y afinando su mirada, continuó:
—Las flores ya no son de usted, le pertenecen a una bella mujer que a diario camina para contemplar la alborada, y que al llegar a su casa una perra le ladra cariñosamente; entonces se hace la enojada y le dice: “Ojalá y me contaras cuentos” y la perra se pone a aullar y ella alza la voz diciéndole “ Te dije que me contaras cuentos, no que me cantaras”.
Me dejó intrigado y empecé a observar mejor el centro de las flores.
—A ellas no les gusta que las miren fijamente; hágalo suave, como si las moviera una brisa fresca.
No es fácil, si aprende, entonces podrá soñar con ella y ella con usted, siempre que el afecto sea auténtico. La otra condición es que deben ser dos ramos.
—Entonces véndame otro.
—Imposible, éstos ya no están en venta, son encargos que llevo.
—Tráigame dos —le dije a gritos.
Asintió con la cabeza, me hizo una reverencia y se fue.
Hoy lo espero, y a cada rato asomo a la calle, pendiente de su llegada. Las margaritas parece que se mueven y creo dicen: Somos de Coco, somos de Coco.
Las margaritas enanas
Compré margaritas enanas. Las puse en un florero transparente y las orienté hacia donde tú vives. Sonreí al mirarlas y creo leer que sus corolas me dicen: "Somos de coco".
Las margaritas parecen de juguete, más bien son diminutas. Tienen un centro dorado y unos pétalos blancos. El señor que me las vendió, me dijo que así son: "grandes, casi gigantes". Me apreté la boca con la mano para no carcajearme y seguí atento " las cultivan bajo el influjo de la luna y el sol llega con ayuda de espejos, a un valle que está cercado por las montañas’’.
—Los pétalos en un principio son transparentes, después se llenan de palidez y terminan en blanco sideral. El centro de la flor está en llamas por el reflejo que le dan los espejos y luego un amarillo suave tapiza el resto. Pero lo mejor es cuando uno se asoma a ellas.
Se quitó los lentes que parecían hechos de migajón, movió las cejas hirsutas y afinando su mirada, continuó:
—Las flores ya no son de usted, le pertenecen a una bella mujer que a diario camina para contemplar la alborada, y que al llegar a su casa una perra le ladra cariñosamente; entonces se hace la enojada y le dice: “Ojalá y me contaras cuentos” y la perra se pone a aullar y ella alza la voz diciéndole “ Te dije que me contaras cuentos, no que me cantaras”.
Me dejó intrigado y empecé a observar mejor el centro de las flores.
—A ellas no les gusta que las miren fijamente; hágalo suave, como si las moviera una brisa fresca.
No es fácil, si aprende, entonces podrá soñar con ella y ella con usted, siempre que el afecto sea auténtico. La otra condición es que deben ser dos ramos.
—Entonces véndame otro.
—Imposible, éstos ya no están en venta, son encargos que llevo.
—Tráigame dos —le dije a gritos.
Asintió con la cabeza, me hizo una reverencia y se fue.
Hoy lo espero, y a cada rato asomo a la calle, pendiente de su llegada. Las margaritas parecen que se mueven y dicen: Somos de Coco, somos de Coco
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