Que tu nariz enfile para arriba como oliendo pis de gato, no le hace.
Que tu pulcritud se sienta molestada por el terrible polvillo del smog sobre tus solapas, no le hace.
Que tus cutículas parezcan cinceladas por Miguel Ángel y tus uñas bien definidas un espejo de mármol pulido, no le hace.
Que tengas o no doble apellido o que cuentes con abolengo heredado, que tengas árbol genealógico o escudo de familia, que tengas o no dinero o quizás un buen pasar, no le hace.
Que des empleo a cuatro sirvientes y un jardinero, que sientas la exaltación del mundo de las divisas, no le hace.
Que te sientas buena y digna y politodo por rozarte con pobres humildes y sucios, no le hace.
En el fondo es donde le hace. Sí le hace.
Donde se es vulgar y común, con ardientes pasiones que no distinguen linajes, con sueños poéticos cursis como cualquier volcán que nos invade.
Donde el pudor y el status es caca.
Donde lo puro es puro a pesar de las circunstancias. Sí le hace.
Donde la vergüenza se ahoga en el sofocón de la mirada, de esa mirada.
Donde se nos hace agua a la boca de pensar en eso, sí le hace.
Ser humana, hembra, bien hembra, es también ser mujer digna.
Lo demás es mierda.