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Inicio / Cuenteros Locales / Merela / La cruz absurda.

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Se sentía tan intangible, etéreo. Salió a la calle. El sol brillaba como fuego, y lo cegaba.
Sacó un par de anteojos negros del bolsillo de su camisa, y se los puso.
Anduvo dando vueltas por las calles que le resultaban familiares, pero sin terminar de ubicarse.
Llegó a la puerta de una iglesia que le recordó a aquella a la que iba de chico, y entró sin saber bien porqué. No practicaba ninguna religión hacía años (desde su adolescencia).
Dentro, unas pocas personas dispersas rezaban en silencio. A él le pareció que dormían, o estaban hipnotizadas.
Se sentó en uno de los bancos del fondo, miró el lugar, describiéndolo para sí mismo. Tenía la costumbre de describir todos los sitios en donde estaba, como si estuviera escribiendo.
Algo atrajo sin saber porqué, su atención.
Su mirada estaba detenida inmóvil, frente a la cruz. Sus ojos traspasaban los clavos, para ver más allá.
Comenzó a transpirar, tenía las manos cada vez más húmedas, y no podía apartar su vista del crucifijo.
Empezó a temblar, y luego todo se nubló, dejándolo a oscuras. Se sintió flotar en el vacío, sin ninguna noción del tiempo, en un éxtasis embriagante.
De pronto, un súbito dolor que casi lo hizo doblarse en dos, lo despertó. Su cuerpo estaba rígido, y un hilo de sangre tibia le corría por un costado.
Su vista se fue aclarando, y una ola de terror (tan espantoso e increíble como no había sentido en toda su vida), le recorrió el cuerpo.
Miró la iglesia por primera vez, desde el altar.
Trató desesperadamente de moverse, aunque fue inútil. Quiso gritar, pero la voz se ahogó en su garganta, sin conseguir emitir un solo sonido.
La iglesia estaba desierta, solo había un cura redondo y petiso, cerrando las puertas.
Se volvió hacia él, pero lo miró con indiferencia a través de sus gruesos anteojos, como si siempre hubiera estado ahí.
Se tomó de un trago el vino de la misa de un cáliz plateado, y salió, apagando las luces, por una puerta lateral, dejándolo solo.
Ya no sentía su cuerpo desnudo y helado en la cruz.
Tuvo sueño, recostó la pesada cabeza en su hombro, y se quedó dormido...

Texto agregado el 25-10-2003, y leído por 224 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-06-2004 Muy buena narración, es una idea que está bien trabajada.Sin embargo, y no sé por qué me pasó, el final se me apareció entre líneas antes de terminar de leerl tu cuento. Quizá hace falta un impacto más sorpresivo. A parte, con total humildad de aprendiz, pienso que la primer frase que habla sobre lo ethereo de su ser está de más. Prueba quitándola y verás que otra historia será contada... sarnahuixtli
25-10-2003 ¡Fascinante relato!. Me ha dejado perplejo. Me gustaría escribir al respecto. ¿usted que opina?. Mientras tanto votaré por 5. Naufrago
25-10-2003 Tiene madera para ser un buen cuento, si lo quisieras mejorar. La manera en cómo lo vas narrando me dejó un ligero vacío:¿por qué estaba ahí?, ¿por qué se desmayó?, ¿por qué él y no otro?. Tal vez si respondieras a estas interrogantes podás quitar lo predecible del final de cuento... Hasta siempre! Nos seguimos leyendo... sarnahuixtli
 
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