La rabia se había apoderado de él, sin darse cuenta la había matado.....
La ira y la impotencia guardada habían llegado a sus limites, a dejar de ser solo sentimientos y elaborarlos, el odio que corría por sus venas lo obligo a hacerlo.
Miro sus manos cubiertas de sangre, el fluido caliente le chorreaba, se sentía aliviado y con deseos de más, se sentía eufórico, ufano.
Sin darse cuenta la felicidad se esfumo, se sintió miserable y triste, pero más que nada sorprendido, lentamente las imágenes comenzaron a correr en su mente, como una película, un gemido salio de sus labios secos, seguido por el llanto: miraba sus manos deseando cortárselas. Rogó por ayuda, pero ya no había vuelta, porque su vida se había convertido en el infierno que antes le hubiera parecido imposible. Se levanto y lavo sus manos, el agua helada le hizo sentirse más tranquilo y cuerdo, esa misma cordura la cual le había faltado en el momento de acecinarla. Luego volvió a su odiada obra, parecía dormida sobre ese charco de rojo profundo. La levanto, le saco sus ropas y la metió en la tina, lentamente la sangre se desprendió de su cuerpo, pudo mirar su cuerpo una vez más, así como lo hacia siempre, pero esta vez le pareció que estaba más bella que nunca.
La llevo a su cama, la acostó, tenia sus ojos fijos, viéndole. Le cerro sus ojos deseándole un descanso eterno, la beso por ultima vez y se fue, tal como quien se despierta de un sueño para seguir con su vida normal.
Ella descanso tal como él lo dijo, para siempre, en un descanso sin límites, para nunca acabar y así se mantiene hasta hoy en un sueño profundo e inmutable.
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