El diccionario

Tobías detuvo la escritura un instante y escuchó que su padre le avisaba que ese mediodía viajarían a Mercedes, Corrientes, a la fundación de la Sociedad Rural. Con orgullo, en voz baja, le respondió que debía entregar el artículo en “La Argentina”. En el diario le habían pedido su opinión sobre los nuevos términos del último Diccionario de la Academia y estaba haciendo la investigación correspondiente. El viejo Yofre miró con desprecio a su hijo: “Profesor tenías que ser, trabajo de cajetillas, de afeminados, no de hombres. Además, olvidate que permita que hagas lo de la Comisión del Centenario…”, y furioso, se fue dando un portazo que hizo vibrar toda la cristalería del bahiut.

El joven terminó su trabajo con una expresión inescrutable en su rostro y luego se dedicó a acomodar la biblioteca.

La nota del diario, dos días después, decía lo siguiente: “La Policía afirma que la muerte del ganadero Indalecio Yofre, a su regreso de Corrientes, causada por el impacto del voluminoso diccionario que cayó sobre su cabeza, fue un accidente desafortunado. Hombre amante de la cultura…”.