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Lo retengo en mis brazos, aun respira. Siento muy débil su respiración y casi no siento su pulso. Lo abrazo con fuerza. Su rostro se torno pálido, y un río de vida lo rodea. Mis manos están empapadas en su liquido vital y no puedo hacer nada para ayudarlo. Lo abrazo muy fuerte, pero cada segundo que pasa sus brazos están mas débiles. Me habla con las últimas energías que le quedan. No puedo soportar esto. Parezco desquiciada, grito, pido ayuda; vuelvo gritar. Ya casi no me escucha. Tomo su rostro, mirándome a los ojos comienza a sonreír y me dice que todo estará bien, no puedo tranquilizarme, no lo puedo dejar ir, pero él sonríe de nuevo y con su último halo de vida me besa la frente cayendo en mis brazos. Se fue. Estoy en medio de una calle desierta, son las seis de la mañana y no hay nadie que pueda ayudarme, sólo lloro. Ha pasado una hora; esta helado y algo azulado. Camino por las calles, tratando de llegar a algún lugar, por fin llego al hospital. El frío matutino hizo bajar su temperatura pero sigue conmigo. Mantiene las fuerzas para volver a mí.
Estoy sentada, mi ropa esta manchada, estoy aterida sentada en la sala de espera del hospital. Mientras lo atienden, llamo a sus padres. Vuelvo atrás y recuerdo esa noche, esa tarde, que pese con él. No pueden ser las últimas.
Esa noche estábamos juntos en la casa de un amigo, Ramón, el mejor de todos, es un tipo inteligente aunque muy flojo, y ante todo hippie. Conversando se nos fue la noche y para prevenir accidentes, Patricio y yo, nos quedamos en su casa. Ramón siempre ha sabido lo que siento por él y como buen amigo me molesta. Patricio siempre ha sido bueno conmigo, en realidad con todo el mundo. Es un joven estudioso, siempre uno de los primeros lugares de su clase y cada vez que me saluda lo hace con una sonrisa. Siempre velaba por mi seguridad; me iba a buscar a la casa por la mañana para ir juntos al liceo y me ayudaba con conceptos que no entendía.
Esa noche no dormimos, Ramón llamó a su nueva polola, cambia pololas como quien de calcetines. Tiende a despreciarlas, a no respetarlas pero eso hace que mas se interesen en él. No sé por qué es así, yo ya no lo soporto, cambió drásticamente un día, se volvió mas frío e indiferente y no habla de las mujeres por las cuales siente afecto, ya a ninguna mira de manera diferente. Por algún motivo ellas piensan que lo pueden hacer cambiar. Eso fue lo que pasó con la anterior adquisición, como él llama, pero Ramón siempre dice:” siempre es bueno que se vayan”. Ella siempre llora en mis brazos esta pasando por lo mismo que yo pase hace un año, la diferencia es que María no sabe que hacer para que se interese en ella, aun no lo entiende.
Patricio optó por ir a dejarme, no quería ver de nuevo que terminaran discutiendo, él sentía algo por María, se notaba a la distancia, sé que nunca quiso a nadie como a ella. Una de las principales características de mi querido Patricio es su magnifico autocontrol. A pesar de que su corazón se aceleraba cada vez que la veía jamás se atrevería a traicionar a un amigo. Su cuerpo integérrimo se despedazaba cada vez que la veía llorar a causa de alguna de todas las amarguras que le provocaba Ramón.
Recuerdo que Maria era muy segura de si misma, grácil y perfecta. Era una de las mujeres mas hermosas que me haya tocado ver sonreír alguna vez. Pero, ahora al lado de Ramón el resplandeciente calor que reflejaban sus ojos, se despeñaba como si en su interior supiera que esa felicidad comenzaba a extinguirse sin permitirnos ver a esa siempre inasible y pueril mujer. Su benevolencia y simpatía, han sido opacadas ante el fuerte y profundo rencor que siente por si misma al no poder alejarse de Ramón, del ingrato Ramón, el abyecto ser que ha hecho que esa dulce mujer se tornara insípida, indiferente al afecto y al dolor siendo completamente gobernada por sus pensamientos.
Llegó por fin el anhelado momento de marcharnos, al principio Patricio caminaba cabizbajo y algo abstraído, hasta que por fin se animó a hablar. Me contó lo que sentía por ella, era inevitable. Estoy conciente de que me mira como si fuera su hermana menor aunque sólo tenga un año menos. Me quiere, sólo eso. Caminamos calle abajo, y alguien pasó entre nosotros, con paso torpe y apestoso a vino. Él lo mira con desconfianza. Dos hombres desconocidos se detienen ante nosotros. A uno lo tengo muy cerca de mi, es un hombre alto, muy moreno, me mira con ojos lascivos. Tengo miedo. Siento algo lancinante en mi abdomen que comienza a penetrarlo, me lastima, me hiere. Patricio acorralado, se percata de la situación, a él le están quitando sus cosas: su chaqueta, su teléfono; en cambio, a mi me empujaba con su cuerpo hacia la muralla. Lo miro. Se da cuenta. Golpea al tipo con todas las fuerzas existentes, riñen. Ahora Patricio tiene la nariz rota y el cuello de su camisa se ha vuelto rojo. Tomó la cabeza de su oponente y la golpeó con fuerza animal en el suelo, sentí como si en ese momento se partiera la tierra, oí un trueno desde su centro que se arreciaba con cada golpe. Nunca había visto esa expresión en su rostro; lo disfrutaba. Corrió hacia la otra vereda, tomó al tipo del cuello y lo abalanzó hacia atrás golpeándolo en la espalda, pero olvidó que su adversario tenia algo en las manos. Se dio media vuelta y ese inerte pero destructor martirio se abrió paso entre los músculos de Patricio. Ese objeto caló tan hondo que le hizo soltar un grito estremecedor. Escuché sirenas a lo lejos. Los adversarios de mi aguerrido Patricio se retiraron habiendo ganado esta contienda. Él cayo estrepitosamente al piso y fue cuando comencé a sentir temor. Fue cuando comenzó a decir las para mi últimas y definitivas palabras de adiós, las autenticas, que representaban los deseos y esperanzas de su vida.
Estamos en el hospital, sólo espero que mi siempre querido amigo se recupere, que abra los ojos y vuelva a sonreír. Sus padres llegaron. Maria está con él. Le permitieron ingresar diciendo que era su hermana, supongo que aquí acabó lo nunca tuvo esperanzas de nacer. Siempre creí que ella, la triunfal enemiga, era la peor. Pero, el peor enemigo con quien pude encontrarme fui yo misma.
Por fin reaccionó, Patricio esta conciente, con ella a su lado. Debe ser así. Mientras tanto yo sigo aquí en la sala de espera del hospital.

Texto agregado el 09-11-2005, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


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