Tercera parte y final
A la mañana siguiente, convaleciente de tan deplorable jornada, Bórquez recuperó su dominio y fue el mismo implacable y repulsivo gerente de todos los días. Cuando se topó con Larita, quien se había reintegrado a sus habituales labores, le lanzó una de sus más terroríficas miradas de pajarraco herido y mostrándole la salida, le conminó a retirarse. Al instante aparecieron todos los trabajadores y Henríquez, con una solemnidad desacostumbrada en él le mostró el set de fotografías, advirtiéndole que había decenas de copias par exhibir. El sub gerente empalideció de tal forma que el mismo Larita fue a buscarle un vaso de agua.
-El asunto es bien claro, señor Bórquez. Desde ahora y hasta que Diosito lo disponga, actuaremos a la par. Usted comete una felonía y nosotros sacamos a relucir este relicario de postales para que todo el mundo las vea. Si usted se comporta como corresponde, nos respeta como seres humanos y no atropella nuestros derechos, las fotos dormirán el sueño de los justos en algún lugar muy secreto-. Alfaro tomo aliento luego de esta advertencia y prosiguió –Por supuesto que se respetará este acuerdo entre usted y Larita- le extendió el papel que Bórquez había firmado la noche anterior. Hemos sacado copias y usted lo firmará por triplicado para que también quede constancia en la Inspección del Trabajo. ¿Lo tiene claro, señor? El pobre hombre, que estaba hecho un guiñapo, asintió y luego se derrumbó en su asiento.
-¡Esto que me están haciendo es un vil chantaje!- expresaba Bórquez con su lengua traposa, mientras sostenía en una de sus manos un vaso de Whisky y en la otra un humeante cigarrillo. Los trabajadores, agrupados a su alrededor, lo animaban a seguir consumiendo. Esa tarde se retiraron todos de la oficina y obligaron al sub gerente a acompañarlos a una animada boite del centro de la ciudad. Era el primer paso en el cambio de conducta de Bórquez, una terapia muy sui generis que nadie sabía hacia donde se encaminaría. El hombre se embriagó rápidamente y sus ojos de halcón enloquecido giraban en redondo hasta ponerse blancos. Alfaro lo condujo a la salida para enviarlo a su casa. Bórquez comenzó a entonar una ranchera y su voz escapó destemplada de sus labios para estrellarse en los agudos tímpanos de unos gatos que retozaban en un tejado cercano. Estos se sumaron al coro y más allá un perro pareció solfear: “pero sigo siendo el reyyy. Porfiado más que nunca, el sub gerente, se alejó por la oscura calle, dando tumbos, levantándose y cayendo, afirmándose lastimosamente en las sucias paredes, tropezando y vuelta a tropezar hasta que desde la distancia, Alfaro vio a una deplorable sombra caer con estrépito para no volver a levantarse.
-He hablado con el Gerente y desde hoy, tendremos mejores regalías en esta oficina. No es posible, compañeros, que en pleno siglo XXI aún no se respeten los derechos de los trabajadores. Y desde el próximo mes habrá un aumento de sueldo del 25% de acuerdo al Convenio de Negociación Colectiva que hemos hecho valer en todos sus términos-. Quien así arengaba no era el Espartaco Alfaro sino el sub gerente Bórquez, ahora transformado en el compañero Carlos, el más humano, preocupado y desinteresado de los trabajadores de esa empresa. Al terminar su disertación, sus colegas lo aclamaron bulliciosamente y antes de terminar la reunión se dirigió a Larita, que ahora, por obra y gracia de sucesivos ascensos, se había transformado en el señor Lara. –Acuérdese que yo seré el padrino de su hijo, amigazo. No se me vaya a achaplinar, pues. Había transcurrido casi un año desde aquel incidente y el Halcón ahora era otro hombre. Estimado por todos, trabajaba a la par con Alfaro para conseguir mejores condiciones en la empresa y contrariamente a lo esperado, la plana mayor de esta había apreciado a su vez este brusco cambio y el Halcón había sido nominado para la Gerencia. Bórquez desechó tal oportunidad por una simple razón: no deseaba alejarse de sus compañeros. Misterioso es el ser humano y a veces impredecible su conducta. A menudo, existe una razón poderosa para que ocurran estos cambios. Un dato al margen de este relato que finaliza ahora: Las comprometedoras fotografías fueron rotas al día siguiente del armisticio en la boite y esto lo supo desde entonces el ahora respetable sub gerente Carlos Bórquez...
F I N
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