Una sola pregunta: ¿hacia dónde? Se repite constantemente en mis entrañas, sin dejar hueco para nada más. Toda mi vida pasa a velocidades de vértigo por mi cabeza, imagen tras imagen, latido tras latido.
Implacable esta la palabra “tiempo”; esa palabra tan dicha y que alienta un vago instante de esperanza; aunque a la par de ese tiempo está la agonía de la incertidumbre.
Camino sin rumbo, perdida entre la soledad y mil sueños rotos en múltiples pedazos... nada tiene sentido. Me aferro a mi misma, aunque quizá eso no sea suficiente para sacar todas las armas de lucha; necesito al menos un motivo, algo a lo que agarrarme con todas mis fuerzas y seguir hacia delante.
Siento el frío dentro de mí, la frialdad recorre una a una todas mis venas... todo está a oscuras, y por más que me empeñe en buscar la luz, ahora mismo todo está confuso.
Tengo miedo a no salir de este infierno, a hacerme dependiente de un cuerpo, de unas caricias, de unos besos; a no poder escapar de este círculo en el que tanto tiempo he permanecido, creyéndome hasta feliz en muchas ocasiones.
Ahora todo eso se escapa de mis manos, y ya no puedo retenerlo, no tiene sentido que siga empeñada en algo que va de la mano del fracaso.
Me gustaría cerrar los ojos, y borrar de mi cabeza tanto dolor, tanta pesadez, tantos recuerdos que se clavan; pero esta es la vida real, y hay que vivir el instante, agotar cada minuto de sufrimiento y convencerme de que tal vez algún día encuentre sentido a todo esto... pero, ¿hacia dónde?
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