Dicen que se acercan tiempos de frío, y días de invierno. Comentan que la niebla cubrirá los rostros de mucha gente y que será prácticamente imposible caminar por las calles.
La escarcha calará en lo más profundo de la ciudad, y el campo quedará sumergido tras un manto blanco de dura nieve.
Pero sigo pensando, que no hace nunca frío, si siento tus manos recorrer las mías; si tu piel resbala como gotas de rocío por mi espalda.
No hay mejor estación, que aquella en la que permanezco en tus brazos, cubierta de esos besos que me transportan fuera de este mundo, lejos de este frío invierno, y me llenan de primavera: de flores el alma y de eterno calor el espíritu.
No existe la norma, no me valen los disfraces, no quiero límites si es contigo. Sólo llévame más allá de lo real y de lo cierto, arrástrame por encima del bien y el mal, quémame en las ascuas de tu dulce infierno.
Cierro los ojos, fuera está ya todo helado, pero yo sigo viva, mi corazón late más fuerte que nunca; a veces hasta se retuerce, y siento correr por mis venas el ardiente deseo, la llama de esta hoguera que a veces me atormenta.
Mis labios sedientos buscan los tuyos, se confunden bajo miles de gotas de lluvia; mi cuerpo se estremece imaginando tus caricias, tus manos, tu mirada ardiente... todo tu ser.
¿Cómo es posible que digan que hace frío en invierno? si tan solo puedo sentir en mi rostro, en mis manos y en mi alma un sin fin de calor que quema, que se infiltra por cada poro de mi piel, que se ahoga por ser apagado y escapar.
Por muchos inviernos que pasen, para mí siempre seguirá dentro de mí este fuego; siempre y cuando sigas mirándome a los ojos, sigas estrechándome tu mano, sigas sonriendo conmigo. Siempre y cuando haya un motivo de complicidad, un momento de locura. Siempre y cuando no pueda dejar de extrañar lo que llevas dentro de ti. Y sé que será siempre, porque no existe el invierno...
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