Inicio / Cuenteros Locales / cao / El exonerado
Eran las tres de la tarde cuando vi a mi padre cruzar el pasillo desde su habitación en dirección al baño. Tenía puesta una camiseta blanca muy lacia y llevaba metido en el trasero el calzoncillo que daba pena. La segunda vez que lo vi, fue como las seis y media, aun había sol, pero ya muy poco. Mi mamá llegaba siempre como a las ocho; yo todavía era un pendejo y mi madre siempre llegó a casa como a las ocho. Ahora que ya estoy (viejo) mi madre con mayor razón llega a la misma hora.
Me puse a ver tele desparramado en el sillón de vinilo. Hacía días que a mi padre le habían dado una licencia por los nervios. Andaba saltón y sus actividades en el comité de exonerados lo tenían medio contrariado. Me llamó la atención tanta cucaracha rondando ese día las paredes descascaradas del living de la casa; mi padre tenía la manía de comer y dejar los restos de la comida esparcidos por toda su habitación. En la sala me puse a mirar la repisa de mimbre. Siempre hubo un cuadro del Che Guevara tallado sobre relieve en una lámina de cobre; había también una zampoña de caña del año del ñauca; y una colección inmensa de casetes. Me di cuenta que llevaban allí muchos años, siempre en el mismo lugar como si se tratase de un pequeño altar.
Llamó mucho la atención en casa que a mi padre no le haya provocado alivio alguno la detención del viejo dictador en la London Clinic. Siempre se le vio como mirando para el sudeste cada vez que apareció en la tv alguna noticia relacionada con la captura. En vez de salir a festejar a las calles como aconteció con la mayoría de los demás militantes del comité, mi 'taita' se fue para adentro. Algunos abuelitos hasta volvieron a caminar.
Como a las siete me levanté y puse a cocer la verdura para la cena. Mientras tanto me comí un pan con dulce de membrillo y harta margarina. Recuerdo que mientras esperaba, corté todas las uñas de mis manos y pies. En la casa había un pésimo olor a ropa asomagada. Vi pasar a mi padre por última vez cuando ya estaba oscuro. La casa a esa hora apenas se alumbraba con una lamparita china. Entró y ya no salió nunca más. Me tocó a mí descubrirlo colgado del tubo de la ducha. Sobre su cuello el cinturón de la bata de baño parecía una tripa. En la base del estanque había un libro sobre la teología de la liberación que parecía un estropajo viejo y frente al espejo una vela prendida.
Mi mamá llegó a las ocho y a mi padre lo enterramos a las cuatro de la tarde dos días después. Hubo discursos, banderas rojas, inclusive un escenario donde los otros compañeros del comité lo homenajearon. Estuvo toda la mesa central del partido y una muchedumbre de policías acordonando el cortejo. Por problemas entre dirigentes aquel día los exonerados no participaron en las conmemoraciones.
Hasta ahora no sabemos si mi madre y yo tendremos derecho a cobrar la pensión de exonerado que dejó mi padre, aun no sabemos que va a ser de nuestras vidas después de su muerte. En el velatorio me dijeron que mañana hay convocada una marcha por los profesores degollados que aparecieron camino al aeropuerto; quizás vaya a lanzar algunas piedras para desahogarme un poco; quizás no. Para hoy mi madre dejó cocinados unos garbanzos que más que seguro me dejan hinchado. Ojalá que mi padre no se ponga a penar.
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Texto agregado el 08-11-2005, y leído por 364
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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29-11-2005 |
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supongoq ue tampoco entendi la parte politica, y eso me pierde mucho del cuento, no obstante esta muy buena esa languidez que encontraste como estilo. troya |
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18-11-2005 |
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No me importa el aspecto político de este cuento, está bien escrito y es bastante. Siempre digo que es mejor decir muy poco que demasiado. Por eso quitaría las primeras frases del último párrafo, las de la pensión. No sé, no me convence... Lo que más me gusta de este cuento es la figura del padre que se desliza entre las paredes sin decir nada. doro1 |
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13-11-2005 |
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A unos los mataron con las manos, y a otros, como tu aita y el mío, a empujones y horrores, les asfixiaron el alma y la vida. Por eso hay que seguir luchando... Un abrazo. maravillas |
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09-11-2005 |
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Cao, amigo, una narración impecable que ha logrado emocionarme hasta llorar para adentro. En tu breve narración me parece ver nuestra A. Latina profunda. Gracias, amigo. Muchas, claro, muchas estrellas. Máximo islero |
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09-11-2005 |
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Buena pluma, precisa, sin excesos, exacta. Me agrado. Te seguiré leyendo... aukisa |
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08-11-2005 |
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Me gusta tu estilo literario. Sabes recrear ambientes y mantener enganchado al lector. Voy a seguir escarbando en tus escritos. Efecto_Placebo |
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08-11-2005 |
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Me gustó eso del cinturón de la bata del baño, del olor asomagado? y lo de la pensión. Así no más es la vida, así no más es. libelula |
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08-11-2005 |
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perdón por errorcillos ortos.. ecce-homo |
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08-11-2005 |
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Generalmente, por típicos problemas de 'flojera' no leo textos de más de 300 palabras y menos aún que tengan algo que ver con problemas demasiado coyunturales y menos política, me declaro un anarquico 'independiente'.... Pero, dije, voy a leer algo del 'famoso' Cao....
Pues el lenguaje y la narrativa son muy buenas, el personaje y el ambiente que se descubre en el texto son representativos de la idiosincracia chilena a todo nivel y, mejor aún el tono, el cómo se enfrenta la muerte de uno de los protagonistas, me parece genial... así frio y un suceso más en la historia diaria, como acontece en la sociedad actual. buen texto! ecce-homo |
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