Aún no he olvidado aquella noche, noche tan fría y triste como lo fueron sus flores, aquellas que se marchitaban por una causa... única causa, única promesa “ellas vivirán si aun vive mi amor.”
Acababa de recibir una carta primera en todo mi viaje, y al leerla mi alma desvaneció en la preocupación al ver que decía esto:
“Se que hemos prometido mucho a este amor, pero se me es inevitable ocultarle que nuestras flores están recayendo y no se porque... si aun me acuerdo de regarlas día y noche. Por favor ¡no te alarmes! quizás sea por este verano intenso y seco... seguro debe serlo.
Quiero decirte que ya he dejado apartada mi pandilla y que estaremos, más juntos cuando vuelvas de tu viaje, se que creerás que estoy loco pero José es mejor que yo en el fútbol, aunque le enseñé a escondida de tus padres él a sabido dominar el balón, y nos llevamos mejor que nunca.
Tu hermana me a estado preguntando cosas de nosotros, y bien tu sabes que soy una tumba... no le he dicho nada. Quizás estés pasándola bien por haya pero si la pasas igual acá, ahora la pasaras mejor.”
Decidí tomar un taxi que me llevase a la ciudad y durante el viaje recordé tantas cosas que me prometió “si algún día llegase a morir tenlo por seguro que tu lo sabrás muchos meses después, ya que no me recordaras tanto como antes y así sufrirás menos...”
No quería que se cumpliese esa promesa así que mis presentimientos me hicieron llegar frente a la casa de mis padres. Aún era de noche, aproximada mente las diez y treinta, solo se veía una recamara encendida, caminé por el pasillo que llevaba a la habitación y al estar a cuatro pasos de la misma, sentí que se tropezaron conmigo: Era mi hermana Clara, que se paseaba con un mechero por toda la casa.
- ¿Clara que pasó? –le pregunte con vos baja y temerosa – ¿Es mamá? ¿Qué ha pasado?
Rozó su mano en mis mejillas como si me previniera de algo y Luego deslizó una lágrima sobre su mejilla pálida y tibia; bajo el mechero de su faz para que no notara que sollozaba sin saber que note un cambio en su forma de vestir: no llevaba aquel color viviente que la hacia ver alegre y sexy con esas clases se escotes que suele usar, solo llevaba aquel traje negro que solo lo sacaba del armario cuado era necesario lavarlo.
- No es mamá
- Entonces... porque lloras
- No lloro
- Ves ya lo haces
Y dejándome interrumpir su silencio pregunté colocando mi mano temblorosa sobre su hombro
- No hagas silencio... se que pasa algo, déjame ir al cuarto. –ella trato de evitarme moverme pero fue inútil, esquivé sus atajos y me paré frente al cuarto de mi madre.
Al entrar al cuarto estaba mis padres con mi hermanito José, velando frente a una tumba la cual desconocía al desafortunado. Sus llantos se detuvieron por unos segundos al verme entrar, José se desprendió del brazo de mi madre para decirme en vos suspensiva y agónica:
- Manuel no despierta... lo llamo y lo llamo y se hace el chivo loco.
Mamá no tuvo palabras para decirle a José que regresara a sus brazos, ya que en su garganta tenia un nudo que no podía desahogar, mientras papá se separaba del lado del cura que se encargaba de orar por el alma de Manuel, se despidió de Raúl, el doctor que atendió a Manuel aquella ves que se accidentó tratando de huir de los guardias en un carro robado junto a sus compañeros de trabajo. Él, sordo a mis concejos se comportaba. Aún puedo escuchar la conversación que tuvimos como si fuese ayer:
- amor ya no aguanto esta guerra con tus padres, y creo que esto seguirá así. Tu sabes este es mi forma de vivir. Y es que la forma que gano mi dinero, no es legal... no me importa te quiero, sabes que vivo para ti.
- mis padres no te aceptaran, dicen que en cualquier momento las pandillas te matarán.... y sabes que también vivo para ti, pero por favor no ponga en riesgo nuestro amor.
- Entiende.... es un compromiso que hay que cumplir. Tu padre tienen que entender lo que yo ciento yo por ti.
- Entiéndeme, ellos cuidaban de mí y no quieren que me pase nada.
- Si no son los vecinos son tus padres con pretextos y yo no pierdo esta batalla.
- Nunca le digas lo de nuestros sentimientos porque son capaces de separarnos, ni siquiera se lo demuestres por favor a nuestro amor.
- Ellos me odian hasta como tu amigo, no sabe como hiere este dolor.
- A mi no me importa los que digan ellos yo te amaré hasta más haya del cielo, nunca te olvidaré.
Comprimí mis labios con los suyos y nos perdimos en la huerta de su casa; recuerdo el viento jugar con toda su fuerza sobre mis rizos, las hojas del otoño que caían a nuestros pies, los claveles que nos prometimos regar cada mañana las cuales me eran obsequiadas las más bellas y grande del jardín.
- cada clavel que nazca será símbolo de este amor que nos une, ellas vivirán si aun vive mi amor, ellas te despertaran sonriente cada ves que sientas su aroma y veas que tan hermosas son.
- Me parece bien... cada ves que despiertes encontraras rosas de mi ventana en la tuya, y ahí permanecerán hasta que despiertes y si llegan a marchitarse porque no te levantas, iré hasta tu casa y las repondré de nuevo.
No me fije en que momento mis lágrimas se deslizaron por mi rostro pues al ver al suelos ya había en él lágrimas derramadas. Mi padre se sacó del cuarto, él también bañado en lágrimas, y me dirigió a la sala que solo la alumbraba una vela y un mechero pequeño. Nos sentamos en un mismo sillón y con mi cabeza en alto le pregunte:
- ¿porque no me avisaron? ¿Acaso no tengo derecho... ¡era mi amigo!?
- Sabía cuales iban a ser los resultados y pensé que estando lejos de él lo olvidarías. –dijo mi padre aun con la mirada extraviada y escondida.
- No es justo... ¿crees que puedas decirme como ocurrió todo?
“ayer aproximadamente las dos de la tarde, lo vi salir de su casa con la misma facha, el mismo tumbao, chotió a su pandilla y se puso en marcha a quien sabe qué.
Luego que se fuese la luz como a las ocho de la noche, toda la barriada quedo en oscura, el frió hacía mas tenebroso el escenario, y la brisa soplaba mas fuerte que nunca, solo la luna cumplió su deber de alumbrar las calles y él aun no llegaba.
Era seguro que andaba que un tumbe, quizás ellos mismos son los causantes de aquel apagón, bueno.... aquí viene lo peor; -mi padre respiro profundo y continuo con un largo silencio. Y yo le medio incline mi quijada como señal de proseguir.
Jonathan su hermanito menor, que también andaba en ese mundo llamó a la pueda, ya alterado y sofocado como si corriese a rapidez. Y me dijo que a su hermano lo apuñalearon.... quien mas que sus amigos; llame a Raúl, pero el no pudo llegar a tiempo ya que su pecho estaba perforado por un gran puñal, quien sabe que les dijo, pero...”
Detuve a mi padre de forma imprudente y concluí:
- Él solo quería salirse del grupo, pero eso fue inútil, y yo que lo conozco bien se que fue terco y testarudo, quiso hacerse el malito y todos decidieron terminarlo.
- Se que algunas veces no fui justo con él y que lo discriminé por su forma de vivir... pero después de todo lo vi crecer y vi como sufrió después de la muerte de sus padre, se que los necesitó mucho y quizás fue nuestra culpa el ver que se perdía por las calle y nunca le regalamos un concejo. –mi padre luego de secarse las lágrimas con la manga de su camisa, se dirigió al cuarto de mamá, y yo ya no tenía aquel valor para llegar a su adiós.
Me fui a circular por todo el jardín y al asomarme por la ventana de mi cuarto encontré al pequeño Jonathan durmiendo sobre mi lecho. Volví mi mirada sobre las rosas de mi ventana y note que aún conservaban aquel rojo que me encandilaba al despertar, note el cambio de clima tibio que solía hacer como antes, las hojas bajo el árbol de naranja retozaba sobre sus raíces mientras el rió de la rivera susurraba su sonido popular por los amores que viven aun.
Decidí correr a casa de Manuel y me hallé en su huerta y al ver los claveles ellos florecían aun más grandes que nunca, su brillo fue indispensable y el olor me recordó todo lo vivido sobre ellos. Solo había dos consecuencias: que la promesa sea falsa o que el amor aun navegue sobre mi alma.
Fue cuando entendí que aun él estando mas halla de lo lejos, el amor estará mas acá que de lo cerca.
Luego divisé su tumba moverse sobre el hombro se mi padre y algunos vecinos que decidieron escoltarlo. Al llegar al cementerio observe por última vez su cara yo ya con valor y fuerzas para continuar. Lo duché con mis lágrimas y sostuve su mano pálida y fría, la solté con delicadeza sobre su pecho y cerré su sepulcro, y con un ramo de rosas sobre su tumba prometí venir a cambiársela hasta que despierte como una vez le prometí.
Y así se dio, siempre estuve esperando su despertar todas las mañanas frente a su sepulcro, y derramando gotas de llanto sobre él para que no se marchite como una vez lo hicieron sus claveles.
En una noche de verano casi el mismo día de su muerte decidí ir a su casa para poder recordar cosas que no quise olvidar, y me senté frente a su sillón preferido y ahí lo veía sentado y hacía como si conmigo su alma estuviese hablando, y yo le correspondía en su conversación, y hicimos cosas que nos podíamos hacer aun él vivo... él desde el mas halla y yo aun acá
|