El ruido de las olas
no cesa.
Me arrulla,
me deja quieto.
Inmóvil,
pegado al lugar
donde ahora
estoy sentado.

Y contemplo.
Gaviotas que vuelan
alcanzando el horizonte.
Sin límites,
como mis pensamientos,
como lo que quiero alcanzar.

Pero les tengo prisioneros,
retenidos,
sin poder salir.
Les he creado
una carcel ficiticia.
Cuatro paredes
que no existen
pero que les atrapan y encierran.
Paredes capaces de empinarse
por sobre ellos,
de tener ojos y oídos,
atentos, preparados.
Listos para captar cada movimiento,
cada intento por volar.

¿Para qué?
Recién ahora me lo pregunto.
Solo entonces me decido.
Romper la carcel,
destruir las paredes,
dejarles volar.