Johann Graves debe ser uno de los escritores más prolíficos y enigmáticos de los que tenemos desconocimiento. Habitante de la ciudad de Nueva York ("la ciudad de todos los movimientos") comenzó a escribir a los treinta años "después de un golpe de razón". Su vida nos es desconocida y sólo tenemos la desdicha de conocer algunos de sus libros los cuales son de colección, y que sólo pueden ser conseguidos debido a un golpe de suerte en una de las pequeñas librerías anticuarias del Lower East Side (NY). Tal como el mismo anticuario afirma: "Johann Graves edita sus propios libros y sólo edita cinco ejemplares por cada título, y este es el único lugar en que los vende, a pesar de que no pasan muchos días antes de que recorran toda la ciudad de Nueva York bajo el sobaco de no se sabe qué desalentado poeta o místico".

Sus títulos son fácilmente reconocibles por lo que tienen en común: El hombre que optó, El hombre que bailaba sentado, el hombre que te vio, El hombre más malo del mundo, El hombre que conocía tu nombre, El hombre que conocía tu hombre, El hombre que se fue, El hombre que no existió, El hombre que bajó, el hombre que hablaba demasiado, El hombre que té aguantó, El hombre que no aguantó, el hombre que no te aguantó, El hombre que se aguantó la mano, El hombre que ya verá, El hombre que ya era, El hombre que lloverá, El hombre que llovió, El hombre que se fue a París, El hombre que parió, El hombre que jamás te vio.

Hemos tenido la suerte de conseguir "El hombre que bailaba sentado". Novela densa y alucinatoria que cuenta las peripecias de un autista y su relación de control psíquico sobre su entorno. Novela teórica de una concepción de locura que nos retrotrae a la famosa teoría Johannesista del no-hacer, teoría que es injusta atribuírsela en su totalidad al caballero Graves y que trata sobre cómo el ser que no-hace adquiere poder sobre la dimensión en la que las cosas suceden. Novela cargada de pies de página correlacionados a sus otras publicaciones. Johann Graves, hombre que sabe hacerse a sí mismo, misterio que se hace imposible de saber si merece tal nombre. Su novela está cargada de una ciencia personal deslumbradora y desenmascaradora sin rostro por debajo; de una poesía rica en imágenes múltiples y de un amor absurdo al absurdo existencial. Amor poco común del cual obtiene una enorme ventaja para plantearnos nuevas propuestas actualmente existentes en algún inefable lugar... "propuestas para nuestros ojos, no para nuestras manos" (a modo de decir del propio Johann Graves).

"El hombre que bailaba sentado" nos habla de una vida, una sola, sin ninguna confusión. Pero esta novela puede leerse por si sola si nos prohibimos a nosotros mismos leer los pies de página - si lo hacemos, nosotros, lectores-personajes, caemos en la confusión, en la entelequia de creer que nada entendemos, en el marasmo tácito en el que se suele caer cuando pretendemos abarcar más de lo que se nos dice. Puede leerse por sí sola - repito -, pero si caemos en las trampas de los pies de página bien pudiéramos considerarla como una secuencia de "El hombre que optó"... novela que desconocemos y por la que estaríamos en muy alta estima si algún desventurado de las letras de Johann Graves nos haría la novela naufragar hasta nos.

"... en las calles rotas, donde todo te dejo un momento atrás, un parpadeo es la pérdida de un segundo y un reencuentro con otro. Aquí está Jeováh que te toma del brazo y al que des-cnoces. Ya no se trata más que de la invitación a la reiniciación del ismo uego."

Posteriormente la novela evolucina hasta la conflagración en la sumatoria de todos los tiempos en un solo segundo que frente al lector lo espera.

"... el hombre que se ve obligado a vivir en el pasado cuyo presente lo fulminaría en una columnata de humo que serviría como faro para la destrucción del hombre"

En fin: "El hombre que bailaba sentado" es un papel. Cada una de las novelas de tan extraño personaje es un papel, cada gesto se convierte en un papel y, cada papel jugado de esta manera es un deja vu, una repetición. Acto consumado que evita la consumación presente a diez centímetros de la frente en todo momento dado.