Dicen que es como un gato y un murciélago el espíritu que visita y su vida se cuenta en un millón de años. La Luna se pone roja y púrpura y se hunde en el estómago, el cuerpo se ilumina de rayos ultra violetas y es entonces cuando se escucha el aleteo en el alfeizar de la ventana. Charla en susurros que se escuchan como roncos ronroneos, muestra una pata que asemeja una garra peluda. Tras la cortina se vislumbra el brillo de sus ojos. Para que pueda entrar en tu cuarto necesitas estar profundamente dormida. No es un hombre aunque bien pudiera aparentar serlo, pero entonces verías en el hombre un halo, amarillo si viene a través del Sol y blanco si viene directamente a través del espacio, de la noche; ese halo en lo que aparenta ser un hombre es su esfuerzo por no asustarte. El Sol, para los que aparentando ser hombres generan un halo blanco, no es más que una flor en el jardín en donde se mueven. Dormida te entrega algo que hunde en tu pecho. Es recuerdo y es felicidad suprema para el momento en que por ti misma no puedas los ojos cerrarte.