Las luces multicolores, el humo de los cigarros y el vapor expedido por los cuerpos golpeaban mis sentidos como una onda desaforada. Una tibia sonrisa de una coqueta muchachita me anuncia que es el momento de actuar.
¿Quieres bailar?- le preguntó con el aire de galán desenfadado y bacán.
Sí- me responde con su vocecita de fingida timidez.
¿La canción? Bueno, no tiene importancia pudiera ser Salsa, Rock, Merengue, Vallenato, Cumbia o cualquier otro ritmo. Unos pasos diestros, tal vez; otros, no tanto, algunas palabras dichas al oído en un susurro exaltado, miradas y sonrisas de confianza.
¡Epa, esto puede funcionar!, hay que esperar una música más lenta y continuar con la siguiente etapa.
¡Eso es! ¡Por fin una salsita sensual! La sacó a bailar, ella acepta (buena señal), la cojo de la cintura delicadamente, bailo con una cadencia suave, como movido por una ola serena, la miro a los ojos como dicta el manual del perfecto Don Juan y le acerco los labios en una mueca que supongo sensual…
¿Qué paso? Se preguntará, pues, lo de siempre.
(Nota: Querido lector le dejo la potestad de inferir el final que guste).
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