Por favor, disculpen mi acento. No hablo tan bien en castellano. Trataré de contarles sobre mi experiencia. Resuelvo compartirla debido a que es una experiencia que poquitas personas conocen y muchas menos llegan a tener en sus vidas.
De hecho, muy joven yo en realidad siempre quise ser una enfermera, y quizá cuando me haga muy vieja para este trabajo lo haga, porque sigue siendo uno de mis sueños. Pero cuando yo tenía diecisiete años me matriculé en una escuela de disciplinas extraordinarias. Lo hice porque en un brochure leí sobre ella, y me llamó muchísimo la atención el arte de ser una mesa humana, porque era algo tan diferente y que yo nunca había pensado que podía ser una profesión.
Verdaderamente es algo que uno no se imagina, pero ser una mesa requiere de bastante preparación física y espiritual o psicológica o mental, o como le quieran llamar. Necesita uno tener una voluntad fuertísima; pero, sobre todo, mucha, pero mucha paciencia.
Tres años yo pasé preparándome. El entrenamiento físico lo ayuda a uno a poder mantener la misma posición y postura, apoyándose con las palmas y las rodillas, por mucho tiempo. Tiene que poder hacerlo, por lo menos, unas seis horas seguidas; el tiempo que les podría llevar a las personas merendar, tomar el café, el vino o la champaña, conversar mientras fuman o jugar con los naipes. Para ello hay que desarrollar piel dura y callosa en las rodillas, para poder soportar el peso de lo que pongan sobre. Los brazos deben ejercitarse constantemente para mantener su fortaleza. También es necesario entrenarse en los hábitos alimenticios y reglar el consumo de líquidos, para no necesitar excretarlos mientras se realiza el trabajo. De ser muy larga la sesión, se otorgan descansos para ir al baño e ingerir agua. De lo más importante es también conservar una buena apariencia física. El cuerpo debe estar en forma ya que debe ser atractivo a la vista como elemento ornamental.
En cuanto a la preparación espiritual, se recomienda mucho cultivar la meditación y la paciencia, poder relajarse y desprenderse de todo. Porque cuando uno es una mesa, uno tiene que dejar de ser persona. Uno es una cosa, así es como tiene que ser apreciado; como un artículo de la sala que le agrega a su belleza o estilo. La respiración debe controlarse al punto de ser casi imperceptible. Para mí ser una mesa es como un estado de trance. Siento que me uno junto con todos los elementos que me rodean y muchas veces no advierto lo que sucede a mi alrededor.
El procedimiento es el siguiente: primero se debe quitar uno absolutamente toda la ropa, al menos en su originalidad, así lo prefieren los puristas de este bello arte; pero algunos admiten que uno utilice una prenda mínima, como un anillo en el cuello, los tobillos o las muñecas, que hagan combinación con el resto de muebles. Después se coloca “en cuatro patas”, como dicen, apoyando manos y rodillas sobre el suelo. La posición de la espalda es muy importante. Debe solamente arquearse levemente; solamente la sección de la espalda baja no tendrá contacto con el cristal que se lleva encima para constituir la mesa. Al cristal, que permite que uno pueda ser visto desde arriba, lo sostienen la espalda, la nuca y la parte posterior de la cabeza y también se utiliza el trasero; por eso es importante arquear levemente la espalda, y eso también permite que no duela mucho después de la sesión. La prueba de postura consiste en colocar una bola, una esfera sobre el cristal. Se sabe que se está posicionado correctamente si la esfera se mantiene en su lugar. No debe rodar, porque eso indicaría que hay una inclinación. Mantener el cristal en una posición completamente horizontal no es nada fácil. De regla, si se tiene el cabello largo, debe hacerse hacia un lado, para que no cubra la espalda bajo el cristal; pero ésta es una regla flexible ya que muchos gustan de la apariencia del cabello contra el cristal y la piel. Inclusive, en algunas ocasiones, la piel puede decorarse con pintura, todo al gusto de los clientes.
Actualmente trabajo como mesa cerca de media docena de veces al mes, pero en épocas festivas el número aumenta. Tengo clientes regulares en muchas casas, todas muy grandes, todas de personas con mucho dinero. Me llaman cuando necesitan de mis servicios, especialmente cuando tienen fiestas muy bonitas y elegantes, cuando tienen invitados o cierran negocios importantes. El pago promedio para mesas certificadas circula entre cincuenta y cien euros por hora, aunque algunas personas llegan a pagar a sus mesas favoritas hasta trescientos euros.
No sé si tienen alguna pregunta, la pueden hacer.
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