Le temblaban las manos al escribir y sentía la presencia de un extraño en su ser. La visita de un ser aterrador, la grieta que divide la forma de la idea.
Por un momento se sintió como viéndose dos veces: una desde adentro y otra de afuera. Desde ésta última se veía como una marioneta abandonada a su peso.
Estaba acurrucado en un rincón y ya no sentía sus brazos, fuertemente sujetos por sutiles correas.
Por momentos, su desencajada mandíbula bailaba de un lado a otro de su cara en el más absurdo intento por alabar al ángel que lo cuidaba. Sus otros intentos por salvarse, ya fracasados, habían consistido en toda clase de variados insultos internos. Los intentos de ponerse de pie que había realizado lo habían extenuado a un punto límite.
La cabeza le latía y aún sentía la sangre seca que pintaba su cara, camisa, y hasta el piso y las paredes.
Intentó pensar en esto, pero lo único que logró arrancarle a su aniquilado cerebro, fue que, si estuviera en el bosque, el olor de la sangre hubiera atraído feroces bestias a su encuentro. Pero, siquiera éstas hubieran acabado en cuestión de minutos. Sería su presa, él, el gran cazador de imágenes, de verdades y de fantasías del espacio.
Cerraba los ojos recordando, una estrella fugaz, y él observando la estela mágica y efímera que dibujó sobre un negro e infinito pizarrón, la infancia.
La adolescencia en la que se inventó un avión a control remoto y un permiso para soñar y ser poeta. Recordó su triunfo cuando una de aquellas revistas oscuras publicó uno de sus cuentos, y pensó que sería grande y famoso.
Pero había querido volar alto, y ya se sabe, desde más alto, más dura la caída.
Te caes y das vueltas, caminas flotando en el aire. Mostrás sin miedo tu otra cara. Cambias tu disfraz. Jamás te lo sacaste, es que no tenés nada detrás de tu sin fin de máscaras?. Te aferrás a cada una y la haces carne. Te encerrás en el baño con vos y te encontrás sin existencia. Estás pero no sos.
Y si el ácido no encuentra ningún genio dormido a quien despertar, que vas a hacer?. Te vas a matar?. No podrías, porque no habría nadie a quien matar. Solo apagar el grabador, borrar de la existencia algo que ya no existe. Por otro lado, si no existiera, no podría terminar, ni siquiera pensar en terminar. Cual de tus cien voces dice la verdad?.
Con cual de las caretas te vas a quedar, soñando fórmulas de lo inexistente como tu ser.
Seguí buscando, hay otros que vagan en las manchas de tinta. Vagá en ese mundo, sutil universo de los sueños despiertos, donde las ideas toman forma en los contornos en que la caprichosa mente imagine.
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