Voy llenando tus huellas con mis pequeños pies,
hasta el exacto lugar en que se pierden,
ellos (mis pies) exiliados de ti,
se contraen,
hacia la tempestuosa cobardía del olvido.
Mis párpados reconocen el mapa de la resignación,
mi boca,
se alimenta de personajes sucios,
que varían según el sentimiento momentáneo.
Algunas madrugadas,
sumergida en mi obstinada invasión
de tu recuerdo,
sugiero a mi memoria,
que quizás, tan solo quizás,
nunca existieron tus palabras,
ni tu sugerente forma de insinuarte
a mis anhelos diarios,
confinados al pasado,
encerrados en sus vocablos
tormentosos.
Voy llenando tus huellas con mis pequeñas manos,
desenterrando muñecas de mí jardín secreto,
trazando con mi dedo índice
el lenguaje de tu silencio.
Océanos de sombras
me sumergen en la turbulencia
de tu indiferencia.
Acaso
¿Tenía yo un corazón?
¿Y cuando todo cambia?
¿Aún queda el corazón?
Como una grieta infame
me sacude el planeta,
me sopla hacia los monstruos
que colgados de mi lengua
escupen estas letras,
para que en la distancia,
puedas sentir mis pies
llenando tus huellas...
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