No le di tiempo a mi caballero, le encomendé el cáliz divino: el continente jamás le revelé. No le importó a mi señor arriesgar desconociendo que en sus adentros alma se guardaba. Me entregó junto a la suya... destino... No fui capaz de arriesgar pese a la simplicidad del peligro. Montó a caballo y huyó... Ahora sé que su marcha fue causada por la ausencia de un ánima cobarde que sólo prometía y prometía que llegaría.... La espera le auyentó. Ahora el alma espera su vuelta.
Texto agregado el 24-10-2003, y leído por 192 visitantes. (2 votos)