Emilio terminó de forjar el cigarro, le había quedado “gordito”, me dijo: - A mi me gustan “gorditos” ambos nos reímos. Le acerqué el encendedor y lo prendió sin ocultar su satisfacción, me pasó el dichoso gordito y de inmediato sentí sus efectos en mi sistema nervioso - ¡Aahhh que rico! Le di otro jalón y ya estaba en otro lugar.
Vivíamos en los dormitorios de la Universidad, él había tomado el autobús hasta mi casa, el recorrido era de 15 min en promedio, habíamos decidido ver una película francesa, de esas de incesto y desapego.
A Emilio se le soltaba la lengua cuando fumaba, hablaba de su tierra, de cómo los Moros los habían tenido bajo su poder por casi ocho siglos, trababa de hacerme entender que los “españoles también lloran” más en una catarsis para quitarse en parte la llamada “culpa española”, pasamos de ahí al esplendor del Imperio Azteca, y de cómo los aztecas sucumbieron más a la viruela, que a la fuerza de las tropas extranjeras.
El tiempo se hacía largo y preferí en ese punto dejar de ver el reloj antes de mal viajarme. - ¿Quieres un café? – Sí - ¿Capuchino? -¡Claro! Me levanté deteniéndome de las paredes y fui a buscar mi cafetera. Todo estaba lento, no podía seguir la secuencia de las cosas, ¿qué estaba haciendo? Ahhh sí la leche, abrí la puerta de refrigerador y saqué la leche, me dio un ataque de risa, cuando me di cuenta que no sabía que hacer primero, ¿el agua?, ¿las tazas? Me dirigí a Emilio para pedirle su ayuda, con risa histérica le dije: - ¿Qué haces ahí? Ven a ayudarme con el café.
Entre risas, tuvimos que decidir entre los dos que habríamos que hacer, uno el agua, dos el café, tres esperar, cuatro la leche, en lo que esperábamos que el agua hirviera y produjera vapor me dijo: - Deja eso y vamos a fumarnos un cigarro, apagué el proceso y salimos a fumarnos el dichoso cigarro. La noche era hermosa, hasta la fecha no había tenido un minuto para apreciar la belleza de las noches de otoño. Emilio seguía en su monologo y para ese punto ya no lo seguía, asentía con la cabeza para no hacerlo sentir mal, pero me entretenía pensando en lo enorme que era el cielo y los misterios que nos ocultaba.
En un clic, volví a la conversación cuando escuché que hablaba de cosas más personales, de lo difícil que había sido crecer en un país católico siendo homosexual, yo hacía comentarios como: - Lo bueno es que ahora las cosas han cambiado. Ya venía venir el mal viaje de Emilio, para sacarlo de ahí, dije: - Hace frío, vamos adentro por el café. Él cambio de inmediato y me dijo: - Sí el café, ya lo había olvidado.
Pusimos música y nos clavábamos en nuestras apreciaciones alteradas, oye nada más ese piano, cómo alguien puede imaginar algo tan hermoso, cómo es que alguien logra concretar la belleza y reproducirla, porque la música existe antes que nosotros mismos, lo que hacen los músicos es explorar en sus adentros y encontrar estas joyas que ya están allí esperando ser expresadas, estábamos tumbados en el piso.
¡El café! me levanté decidida a terminarlo – Piche café de dos horas, - ¡Tía concéntrate!, ooohhh no la risa otra vez, nos doblábamos de las carcajadas al ver la cafetera apagada, la prendí de nuevo, esperando que esta vez si terminar el café.
Ya era medio tarde, no quise decir nada de la película por que la música estaba muy rica, la cafetera por fin empezó a producir el vapor, me temblaba la mano, en mi lucha de sostener el tarro con la leche bajo el chorro de vapor, no sé como lo logré. Pero tenía en mi mano dos capuchinos. Volví con las tazas al piso donde Emilio seguía extasiado con la música.
Se sentó y con las dos manos sostenía su taza. - ¿quieres otro jaloncito? – Va. Total era sábado y sentía que me lo merecía después de la chinga que me había pegado. La bachita nos esperaba en el cenicero, él tenía el encendedor en el bolsillo del pantalón, extendió una de sus piernas para alcanzarlo y por el movimiento pude notar todo lo que le había dado Dios a mi amigo. Eso era lo único malo que la pinche mota me ponía cachonda, y de repente mi amigo se veía atractivo.
No sé como explicarlo, pero juraría que él notó mi asombro y medio me sonrió en una de estas experiencias telepáticas. Encendió de nuevo, jalón y me lo pasó, jalón otro jalón, aahhh el café.
Él tenía espuma en su labio superior, en un movimiento involuntario con mi pulgar retiré la espuma de su boca, el contacto había sido atrevido, pero bien recibido. Terminó su café y el reloj ya marcaba pasada la media noche, el último autobús pasaría a la una, - Ya me voy niña, - Ok, yo pensaba en llenar la tina y darme un baño en cuanto se fuera. Tomó su abrigo sus guantes y gorro, Abrimos la puerta y el frío nos pego en la cara. - ¡Maldito frío!, - Fumémonos un cigarro antes de que me vaya, prendimos el cigarro ahí en el frío, a decir verdad no me molestaba, me parecía hermosa la noche clara y fría, salía vaporcito de nuestras bocas. Emilio con todas las capas de ropa que tenía encima parecía mucho más grande de lo que era, me abrazaba para cobijarse.
Caminábamos hacia la parada del camión cuando oímos que el camión venía, imposible alcanzarlo estábamos muy lejos, por más que corrimos, con frustración lo vimos alejarse. Él parecía, al menos parecía enojado, maldecía este país y su sistema de transporte. – No te apures te quedas en casa y mañana te vas, le dije.
Fumamos un poco más y nos terminamos al gordito, entre mi confusión buscaba cobijas y sábanas para hacerle una cama a mi invitado, pero me di cuenta que el piso iba a estar helado para dormir, solo tenía una cama, no sabía como resolver el problema, y le dije: - Te vas a congelar en el piso, sino te importa puedes dormir conmigo en la cama. Fingiendo calma me dijo: - Sino te importa a ti, ¿por qué me habría de importar a mí?
Le presté un par de pantalones deportivos y una sudadera como pijama, yo me fui al baño para cambiarme y lavarme los dientes, tenía un cepillo de dientes nuevo y se lo dí, nos fuimos a dormir. Apagué la luz. En cuanto estuvo oscuro Emilio comenzó a hablar, de cuánto extrañaba a su mamá. Yo pensaba en mi cachondez, y no tenía tiempo ni espacio para aliviarla.
Cerré los ojos y respiré profundo, todo daba vueltas, me sentía ligera…-Luci, -¿Si?, -¿No sé como pedirte algo?, -aja, ¿No sé? Olvídalo, -Dilo nada más, - No, no puedo, -¿qué es? Y me empezó a echar el rollo que como homosexual, sólo unas cuantas veces había visto senos de cerca y que tenía mucha curiosidad, pero que temía que yo me fuera a enojar y dejáramos de ser amigos.
Entre mi pacheca no sabía como reaccionar, ciertamente lo había pedido de una forma respetuosa, casi infantil, hasta ternura me dio, - ¿me quieres ver los senos?, - Sí. Lo dijo con pena. Yo ya no dije nada, pero el sintió como desabotonaba uno a uno los botones de mi pijama, él despacio se acercó para verlos con el reflejo de la luna que entraba por la ventana, yo contenía mi respiración para no hacer evidente mi excitación. El estaba tumbado en su estómago esperando con ansiedad a que la pijama estuviera completamente abierta.
Mis senos estaban expuestos, podía ver con la poca luz los ojos de Emilio totalmente abiertos, respiraba muy cerca de mi cuerpo, cuando decidí que la misión ya estaba cumplida traté de cerrar la pijama, de inmediato el dijo: - Noooo, por favor un poco más. Seguía conteniendo mi respiración.
¿Los puedo tocar?. Ahí moriría, dije que sí con la cabeza. Levantó su mano despacio al contacto no pude más y solté un gemido, el sonrió, me exploraba como experimento de biología, me sentía, - Son suaves, - Sí. Pasaba sus dedos jugando con mi pezón, haciéndome gemir más y más fuerte, - ¿Te gusta? , -uhhmmm. Ya lo tenía encima, me besaba despacio sin dejar de acariciar mi pecho. No sabía cuanto podría aguantar, lo necesitaba. Me acerqué para susurrarle al oído, - Házme el amor, esta vez él gimió.
Alcancé un condón de la mesita de noche, él en un segundo se lo puso, mis pantalones ya estaban en mis tobillos y no tenía ropa interior, me abracé fuerte a él para sentirlo. Tuve la sensación de desaparecer, de entrar en un túnel y caer al vacío, la gravedad la sentía en cada poro. Desaparecí.
Abrí los ojos, Emilio me abrazaba desnudo, amanecía.
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