Voy a enhebrar las agujas de tu nombre esta noche, a oscuras y a tientas, no importa cuantas veces sangren mis huesos, la piel ya no sabe ni de dolor, ni deseos, ni calor…
Han muerto unos cuántos ojales de tu ropa en mi recuerdo, pero siguen enredando las tardes y las mañanas aún frías y mezquinas… si no estás me falta un botón para abrochar mi corazón, parece más la puntada clave que censura los sueños… si no estoy, simplemente das la vuelta y escoges otra prenda, bajo la cama quedo olvidada, suplicando el lavado de las heridas y las manchas que con cualquier suavizante seguirán siendo eternas… no hay tiempo ya, para decidirse a olvidar, no poder acertar esta vez en el momento preciso y en el lugar justo me asusta, como que perdiera la capacidad de poner amor en las cosas que hago para ti… ¿o tú le has quitado la emoción y el motivo a las cosas? Es que sin tu aroma no concentro mis manos, sólo rasgan hasta hacer jirones la desesperación de tu ausencia… termino yo pagando el haberte amado, como amo la misma caja de costura abierta hasta decir basta viendo sus instrumentos inválidos, inservibles, sin nadie que las acune en su pecho, sin oír voces susurrantes de ilusión, pues ya no hay motivos para reordenar las cosas, no hay nada tuyo en este hogar, ¡que quieres que zurza!... no quiero buscar más, es tiempo de tomar mi corazón, encontrar los trozos perdidos o confeccionarme uno nuevo, más pequeño, más falso, de esos baratos que se amontonan en las cordonerías, que sirven para parchar ropas llenas de olvido…
Esta noche las líneas de mis manos escribe tu nombre, escribo y escribo, y ya la sangre nubla todo, sobre esa última camisa, que hallé en un rincón de mi felicidad semi-inconsciente, cuando aún creía que las esperanzas ayudarían a esquivar el cambio brusco de estación, y podrías seguir usando mis horas, caricias, susurros y aromas como indumentaria…
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