Giras desnuda por mi cabeza,
la frialdad de tus ojos aparece divertida
espiando cada movimiento bajo la regadera.
Le ternura de tus labios recita lentamente mi nombre,
mientras recargas la cabeza en el marco de la puerta,
los rayos iluminan tu sonrisa.
El ambiente tenue, la mañana cálida,
mordaz espectadora de cada sonido de tus pies,
introduces una mirada más
y de reojo acechas la lejanía del viento.
Penetras con pequeños pasos, tus manos
en mi espalda, su textura recorre los puntos débiles
y tu boca busca cualquier contacto,
los pezones erguidos y el vientre temblando emociones.
Pálidos bajo la regadera, tu rostro escapa
el mío te busca entre los orificios de la pared
mascando ligeramente tu nombre.
Entre leves mordidas y tenues besos
entierras los colmillos en mi piel,
juegas con las gotas que salpican las historias
que narramos sin ideas en desnuda escapatoria.
Escabullimos la miradas para comprobar
que el miedo muere con el amor
y que podemos morir al contacto de nuestros labios.
Es una tormenta y no una regadera
la que baña nuestras caricias,
nos entregamos en breves instantes de ternura,
olvidando el dolor de la nostalgia.
Vacilamos con ternura y placer la nostalgia,
simplemente nos sentimos ausentes de lo que observamos,
las palabras sobran, el hambre aqueja,
el agua humedece tu cabello
y mis manos enjabonan cada milímetro en tu cuerpo.
Eludimos la frialdad de los mínimos detalles
que nos arrojaron por unos minutos a esta realidad
en la que no somos ni sueños,
ni pesadillas llenas de risas engañosas.
Pij.
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