Me harté de mirar como te desplazabas desnuda
por todo el cuarto, frente a los vecinos
y por los aparadores del deseo;
como te acompañabas en la orilla del balcón
con el ir y venir del cigarro(de tus dedos a los labios);
verte caminar de puntitas, sin hacer ruidos
para no lastimarte los oídos.
Te rozabas los pezones y tocándote el pubis
masturbabas el cabello con el sol;
lamías los estragos del alcohol.
Me canse de tocarte las pálidas caderas,
así como la palidez de la lengua en día de cruda:
seca de color, de sabor, de mí.
Los olores producen náuseas
el sexo,
el tabaco,
tu cuerpo;
el perfume de vino que corre por tus venas,
el vinagre, la sangre, mi saliva,
y aun más el que corre por tu cuerpo;
tus labios y entre pierna,
especialmente el de tu boca sin cepillar.
Las ojeras y oídos, se marchitan de tus palabras,
de las quejas impregnadas de cerveza.
Eructas quejas e inhalas tabaco y lo eructas y lo escupes,
vidriosa mirada y te saboreo y muerdo tu sexo;
excitada y vidriosa, rojizas ansias de tenerte en las piernas,
penetrándote con el deseo; buscando tu boca
y los eructos del silencio, abriéndome las venas.
Hastiado de flagelarme la lengua con tu nombre,
llenando tus cabellos de saliva.
Harto de esta soledad, de observar como vagas
de un costado a otro. Ahíto de mi memoria
que se harta de llenarse de tus palabras, de tus recuerdos.
Pij. |