Eran tus ojos la noche de mi senda y era yo una tarde de invierno que envuelta en perfume de violetas venía a perderse entre tus versos Traías contigo a la luna y jugando en un océano oscuro preguntaba temerosa por la aurora y su luz de piedra Una sonrisa extrañada, y un velo sonriente La noche no muere, dijiste y el velo quedó adornando mi tristeza Hoy bajé como siempre a la barca de nieve soñada y en tu mirada no has estado ni la luna, alma mía, a tu lado Acerca tu mano a mi cuello y en una caricia arráncame la vida que si ha muerto la noche de tus ojos no tiene porque vivir un corazón de luna
Texto agregado el 05-11-2005, y leído por 127 visitantes. (3 votos)