Ya hace casi veinte años que vivo en Mar del Plata.
El viejo ya de setenta y pocos años había con sus ahorros de toda la vida abierto el maxikiosco al lado del banco para poder completar la jubilación magra que el mismo banco le pagaba todos los meses desde su retiro como empleado de una empresa portuaria.
Los anteriores días al estallido se lo vió contento, hacía planes con su mujer de como esta reunión importante (así le llamaban) esta junta de personalidades podría incrementar un poco sus ventas.
La primera desilución llegó con el vallado, al quedar del lado de afuera le restó tránsito y los clientes quedaron divididos, unos adentro de las vallas y los otros de su lado. El imperialismo yanqui, (pensó) como siempre haciendo de las suyas.
Luego llegó el día cuatro.
"Si no podemos pasar, retrocedemos, pero rompemos todo", arengó un joven de unos 25 años, con la cara tapada con un pañuelo rojo y una remera con las iniciales del Ejército Zapatista de Liberación, mientras agitaba un palo con su mano. Corridas, gritos y chicos y mujeres que se caían y eran pisoteados.
Romper vidrieras, tirar bombas y piedras y, luego, a ingresar a los locales para llevarse computadoras, teléfonos e incendiar lo que no podían robar.
La sucursal del Banco Galicia, en Colón y Santa Fe, fue el primer sitio arrasado. Los atacantes sacaron por la fuerza el cartel de las calles y lo arrojaron contra los ventanales. Luego, entraron e incendiaron papeles y sillones y el fuego se expandió al interior. la manifestación ya estaba atacando otros locales.
Al grito de "Bush, fascista, vos sos el terrorista", los agresores violentaban los locales y descargaban toda su furia. La destrucción se extendió en un radio de quince cuadras.
Hoy sentado a mi lado el anciano que perdió toda su vida, se pregunta: ¿cuál es el terrorismo?
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