Vamos a enterrarnos hasta el cuello,
vamos a discutir y desmenuzar cada palabra,
besemos la tierra que nos acoge,
seleccionemos el terreno idóneo
para sembrar la vida.

Ayer, debajo del polvo llego un recuerdo.
Encontré tus pies caminando entre las tunas,
recogiendo con los dedos el rojo barro
húmedo del campo.
Jugabas a esculpir tus ideas
y a pintar una risa desbordante
entre nubes.

Dentro de unos minutos pasa la lluvia,
dentro de un momento la tierra quedará
totalmente empapada y el rostro quedará
impregnado por el olor de los encinos.
Me quedaré quieto, inerte con el lodo en el rostro,
observando difuminarse las gotas en tu mirada.

El viento nuevamente sopla
mientras bebo el licor de la vida,
los destellos por una rendija que vaga
entre el amor y la nostalgia.

Vamos a enterrar las manos, los pies
y la boca en el sabor de la tierra fértil,
sembremos en cada golpe de la lluvia
una parte de nuestro cuerpo,
y un pedazo de las palabras y un trozo del amor.

En la tierra hay que plantar saltos,
gritos, carcajadas y carreras para subir montañas,
o nadar desnudos bajos las tibias aguas del mar.
Vamos a encajarnos todo el cuerpo entre tierra y piedras,
solo el cuerpo, solo las ideas, solo la esperanza.

Solo el tuyo y el mío, rasquemos las raíces
cosechemos miel dentro de toronjas,
y verduras dentro de una deliciosa sopa.
Solo hay que enterrarnos hasta el cuello profundamente,
y guardar el silencio en los bolsillos.

Hasta sangrar el alma,
hasta impregnar el olor
del suelo y la composta.
Enterrar la vida junto
a los pensamientos,
en el pedazo de tierra
que queremos ser sembrados.

Pij.