Esclavo de laberintos oscuros,
una noche despertaré vestido de lana,
caminaré sonámbulamente
con la lengua hinchada por las mordidas
y con pocos rastros de saliva en mis labios.

Despertaré sudando las gotas de tus besos,
maquillado de moretones y recuerdos,
resucitaré en un limbo de humo y cigarro,
inhalando todo tipo de emociones,
con la cara manchada y las uñas tapizadas de dolor,
rascaré una vez más la pared hasta sangrarla
y quedar hastiado de las moscas que me rodean.

No quise despertarte, no es mi costumbre,
no fue mi intención sacarte de tus sueños acaramelados.
En una noche no se puede volar tan lejos,
las cortas horas y las interrupciones son constantes,
-¿te conté de mi amor por ti?-
y cortan de tajo los vuelos fugaces, -¿me abrazas?- .

Una noche simplemente no despertaré en el momento,
me dejaré llevar hasta los confines del firmamento mental.
Espera, estoy un poco cansado de cambiar tantos telones
en una misma función, ¿tienes otra noche?,
además tengo los sueños desperdigados
y los ando buscando por todos los rincones de la cama.

Mañana despertaré antes que se cumplan las 26 horas
que inventamos, levantaré los brazos y recogeré tu mirada
antes que se nuble la habitación con el vapor de nuestras bocas.
Dibujaré un par de únicos mapas, uno en tu espalda
y otro sobre tu ombligo, trazaré las pistas
de mis desdibujados sueños.

Una noche no despertaré en la nada,
tomaré el primer autobús y huiré de mis sueños.
En una noche creo que se puede jugar
a cruzar los sueños tan lejos como nos los permitan
simplemente una noche dormiré
y no abriré los ojos para darte los buenos días,
-¡estoy soñando contigo!-, -¡duerme!-.

Pij.