IV


Cerca del mediodía entregue en la editorial el último cuento que me quedaba, y solicite al jefe de redacción unos días de descanso.
Creo que mi aspecto demacrado logro que este se compadeciera de mi y me otorgara quince días de descanso.
Cuando volví a mi departamento empecé a buscar en el archivo adonde había visto yo ese círculo rojo, blanco y negro.
Revise cada hoja fotocopiada y cada anotación pero nada. Ninguna de las figuras que tenía coincidía con el papel y el extraño sueño que había tenido.
Estaba seguro de que algo había visto, así que fui a un locutorio que tenía Internet y encargue al mocoso que lo atendía que buscara en esas maquinas endemoniadas alguna relación con el dibujo que le hice.
Prometió buscar en no se que cosa, y me dijo que para la tarde tendría algún resultado.
Pase el resto de la tarde repasando los papeles acompañado con una botella de wisky como única compañía.
Llevaba una vida miserable, era un escritor marginal que creía tener una buena idea pero la falta de talento me recordaba que por algo Carlos Manuel Baldeccini no era más que el personaje detrás de Jon Hutton, el escritor erótico de la editorial colombo.
Ya eran casi las 10:00 cuando desperté con una ligera resaca.
Debía apurarme si quería encontrar al muchacho del locutorio en su puesto de trabajo.
Corrí hacia el ascensor guardando en el bolsillo de mi saco el papel que había en el sobre. Todavía quedaba saber si los números que tenía anotados pertenecían a algún idioma informático. Seguramente el muchacho sabría más que este negado para la tecnología.
Llegue cuando el local cerraba sus puertas.
Adentro, los últimos clientes comenzaban a salir con ojos vidriosos. Adivine al muchacho barriendo entre las maquinas y golpee el vidrio de la marquesina buscando su atención.
Con gesto despreocupado se acerco a mí y dijo
-no encontré nada señor, busque por todos lados y nada-
Sin hacer notar mi desazón pregunte cuanto le debía y con una sonrisa me indico que nada.
Iba a insistir, pero ya me estaba fastidiando contra el, las computadoras y la maldita Internet.
Le agradecí con un gesto y enfile mis pasos hacia el bar.
Apenas hice un corto trayecto cuando recordé el papel en mi saco y volví apurado ante el joven que ya estaba afuera del local.
-pibe, ¿tenes idea que dice en este papel?-dije
El muchacho miraba con extrañeza los garabatos, reconociendo el símbolo que le hice buscar con anterioridad.
-¿no será algún idioma que usan las maquinas no?-agregue al ver que no despegaba la vista del papel.
-la verdad que no se señor, y no….esto noes ningún idioma que conozca de las computadoras, la verdad…se poco de programación- dijo sin quitar los ojos del papel.
Esto me saco de quicio.
Creía que el muchacho era un experto en computadoras y en verdad no sabía nada.
Por poco lo insulto, pero me contuve a medias, diciéndole con desprecio y sorna.
-¿no sabes leer los números?, ¿fuiste a la escuela?-
El muchacho cambio la cara, y sin pudores me lanzo
-si fui a la escuela, y si esos números se transformaran en letras, sabría lo que allí dice-
Iba a tratarlo de insolente, maleducado y no se que sarta más de estupideces cuando en mi hueca cabeza quedaron flotando las ultimas palabras del muchacho:
“si los números fueran letras”
Salí disparado hacia mi departamento. Debía llamar a facundo urgente.
“si los números fueran letras” seguía rebotando en mi cabeza.
El instinto había hablado. Ahora escucharía