Me desgarró tu ausencia, no soporté las sonoras voces amistosas que ilusionaban un mejor porvenir, -una pérdida que traerá ganancias-. Escuchaba en cada reunión que asistía, sin mayores intenciones que percibir tu cercanía, que recordar cuando lo hacía en tu compañía. Si yo lo único que quería ganar, era tu honestidad, solo la tuya, no quería mayor tiempo del que nos dábamos, no quería la posesiva relación de los que se asfixian, no lo quería.
¿De qué me sirve ahora, buscar, otros brazos que quieran darme lealtad, si me interesaban los tuyos?... Y se hizo añicos nuestro cuento. Contábamos una historia que manteníamos en los dientes, la ardiente flor de nuestro lecho; las mágicas fantasías, que nos permitieron llegar a este suelo. Y me quedo horas en el jardín de invierno que juntos buscamos, que juntos decoramos, que juntos amamos. Viajo de aquí para allá, y cada tren, cada bus, cada kilómetro, me invita a encontrarte en la estación de mis pensamientos, en el banco de las esperas con las valijas preparadas, en los perfumes que me llegan pero no son de tu alma...
Mi sangre te nombra, pero ya está oxidada, mi piel te tatúa con cada nostalgia, mis ojos te lloran con lágrimas de plata.
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