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Intentaba volar insistentemente pero no podía, batía sus alas una y otra vez para elevar su pequeño cuerpo pero los esfuerzos eran en vano, sin duda sus alas estaban arruinadas, el golpe de una piedra voladora que recibió mientras volaba le hizo hacer un aterrizaje forzoso entre los árboles, pero aún así luchaba con el fuerte dolor para escapar de aquel lugar que sin duda era peligroso.
Sus esfuerzos atrajeron la atención de un muchacho que rondaba por el lugar, al verla luchando entre los árboles de inmediato se acercó para agarrarla, ella intentó huir encaramándose entre las ramas y no le hizo la tarea fácil, anduvieron por horas jugando a las escondidas, al final de la jornada estaba en las manos suaves de aquel desconocido.
El muchacho era rudo por naturaleza varonil, pero la llevaba con mucha delicadeza, reconocía que la pequeña tenía heridas que fácilmente le costaría la vida.
El ave era hermosa de pico corto y puntiagudo, tenía un lindo plumaje verde, se sorprendió por la actitud del muchacho porque pensaba que terminaría con su vida inmediatamente llegara a sus manos, pero no fue así.
Era una cotorra de alto vuelo, el muchacho lo sabía desde el primer momento, porque llevaba meses buscando una y en el momento que no la buscaba la encontró indefensa en medio del camino.
Al llegar a la casa todos se alegraron con el recién llegado, no por su presencia, sino por lo que traía en mano, de inmediato la madre del muchacho muy apresurada tomó el pájaro de sus manos y a sabiendas de las heridas buscó remedios caseros y la curó, la cotorra no salía de su asombro, pensaba que era el horno que le esperaba en aquella casa, por eso siempre estaba dudosa y peleaba con todo aquel que se le acercaba a darle cariños.
Ya con las alas sanas y las plumas renovadas se propuso un día dejar aquella casa, que aunque la habían tratado bien nunca se sentía en confianza, pero se sorprendió al intentarlo varias veces y a sabiendas de que sus alas habían sanado no se explicaba la razón porque su cuerpo no se elevaba como antes.
Se rompía la cabeza pensando porque no se elevaba y a veces creía que era por la edad, o por su peso ya que había comido mucho en aquel lugar sin hacer ejercicios de vuelos, o quizás aquellas personas le habían hecho un hechizo o una brujería para que perdiera la facultad de volar, pero sea cual sea la razón estaba condenada a vivir sin sus amigos naturales, las aves.
Extrañaba los bosques en sus altos vuelos, las canciones en grupo con su familia, los deliciosos manjares que ella misma buscaba, también recordaba con mucha nostalgia el nido donde nació y creció.
Eran muchas las cosas que anhelaba volver a vivir, pero todo había pasado y estaba condena a convivir entre la gente como extraña y ellos solo la molestaban constantemente con sus ásperos juegos que para ella solo eran torturas.
Al paso del tiempo siempre estuvo esperanzada que un día su vida recobraría la alegría del pasado, pero mientras más pasaban los día más se convencía que su condena era eterna.
Aquella cotorra andaba entre la casa como si fuese uno más de la familia, pero siempre intentaba elevar su pequeño cuerpo para así dejar atrás aquella horrible pesadilla, pero siempre era lo mismo nunca despegaba.
Un día la cotorra descubrió algo nuevo lo cual ella creía terminaría con su larga condena, encontró la forma de comunicar todas sus penas, era increíble para ella, comunicarse con la gente era algo especial porque estaba segura que esas personas le iban a dar su libertad desde que la entendieran.
Inmediatamente trató de comunicar su tristeza, pero todos la oían y nadie la entendía y en vez de liberarla se apegaron mucho más a ella de tal forma que la tortura aumentó y su tristeza también.
El ave hablante nunca se cansó de tratar de comunicar su profundo dolor y todas sus penas.
No la entendieron, tampoco supieron la verdad de sus palabras mal pronunciadas, que cuando ella decía: Cuca cuero, solo quería expresar su deseo de volar en el amplio cielo, y que cuando pronunciaba el nombre de cualquier persona en la casa, solo quería que esa persona a quien ella llamaba por su nombre se pusiera en su lugar aunque fuese por un segundo, para que así entendiera verdaderamente su horrible condena la cual era injusta.
Sus palabras caían en el vacío, nunca comprendieron su verdadero mensaje, que aún estado vieja soñaba con su libertad.


PRIMER FINAL:

Un día amaneció antes de tiempo y por fin la cotorra estaba volando en el amplio cielo azul, se sentía conmocionada de tanta alegría, porque de repente estaba en medio de millares de aves de su misma especie volando a gran velocidad, no podía contener su alegría y su corazón retumbaba fuertemente dentro de su pequeña pechuga.
Por fin la libertad la había abrazado, se sentía como en sus viejos tiempos cuando empezó sus largos viajes, pero ahora no sentía cansancio y batía sus alas con más fuerza que antes y aunque el viento soplara muy fuerte en su contra a ella no le importaba, porque solo quería volar y solo eso hacía.
Fue algo maravilloso, lo más hermoso que le había pasado en toda su vida, volaba sin parar a toda prisa, así como vuela la vida, hasta que llegó la noche y todo oscureció.
En una esquina muy húmeda de la casa, con una felicidad plasmada en la cara, estaba la cotorra engurruñada y con su cuerpo totalmente helado, estaba inmóvil y silenciosa, esperando que de nuevo aclareciera para volar sin rumbo alguno.

Aquel que un día la encontró herida cuando era todo un muchacho, fue el mismo que la vio como si fuera petrificada en la esquina de su cuarto, la tomó, en sus ásperas manos y con sumo cuidado la sacó de la habitación y en contra de su voluntad le brotaron dos lagrimones que dejaron hullas en sus mejillas, lloraba la libertad de aquella ave que un día condenó a cadena perpetua.


SEGUNDO FINAL:

Un día, un gato salvaje y endemoniado entró a la casa tras la captura del ave indefensa.
El ave a pesar de su aburrimiento peleo con la horrible bestia que la desplumo casi totalmente.
Cuando acudieron a su defensa era muy tarde y todos persiguieron al gato endemoniado y lo agredieron gravemente pero escapó.
Las lágrimas fluyeron como río espontáneamente por la muerte del pájaro verde, y le dieron sepultura en el patio de la casa y le colocaron una cruz en su tumba.
Ahora la meta era conseguir otra ave que hablara y además que fuera verde, sin tomarse en cuenta la condena a muerte que le dieron a la que yacía en el patio.

Texto agregado el 04-11-2005, y leído por 508 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
02-12-2008 Me costó engancharme, no noté esa musicalidad en las palabras...que me produjeran emoción, que me conmoviera, luego me hizo recordar mi falta de libertad de una época...todo esto no quiere decir que no sea bueno...pero no podría calificarlo Lady Lady49
02-12-2008 bastante triste, creo que las personas podemos aplicarlo a no solo las aves sino nosotros mismos Eien-
02-12-2008 MUy profundo el mensaje , apropiarse de vidas ajenas , sin intentar saber sus deseos , muy bueno =Dmis cariños dulcequimera
01-12-2008 bueno...Me gustó...debes cuidar las repeticiones (solo, pero)...mis saludos cesar cesaraugusto
01-12-2008 ohh..es un hermoso cuento, gracias por inviatarme a leerlo. mis estrellas lisinka
01-12-2008 oooo que lindo me recuerda mis momentos de rebeldia con mis padres TT estara bien eso? happy_day
01-12-2008 Qué bello cuento, felicidades, un verdadero llamado a la libertad. Un mensaje para ser más atentos al llamado de los demás.***** JAGOMEZ
08-12-2005 Hermoso cuento, verdaderamente conmovedor, me encanto, además de poder encontrar en el, un sentido muy profundo que no solo se aplica a los animales en cautiverio, sino también para el hombre. chaja
30-11-2005 Moraleja: nunca hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran. Supiste ponetre – y ponernos – en el lugar de la cotorra, cuyo sufrimiento era imperceptible a las personas que la recogieron (¿y que le habían cortado las alas, supongo?) Saludos loretopaz
30-11-2005 Yo no sé (ni quiero saberlo) de dónde los dominicanos sacaron la idea absurda de que hablar bonito es violar la regla básica del español sobre la concordancia en el número entre el sustantivo y el adjetivo. plumaS verdeS, amigo Jornuco. No se dice la ave ni la agua ni la alma, porque en español cuando el sustantivo empieza con A el artículo se cambia por el, para que no queden esas horribles dos aes pegadas. Tampoco una ave ni una alma. Se dice un ave y un alma. Aparte de las ridiculeces de los dominicanos que han tenido maestros imbéciles en la escuela primaria, y que cuando leen no aprenden nada, tu imaginación, tu manejo de las palabras y sentido de la musicalidad del idioma son dignas de resaltar. Para que todo tu talento innato sirva para convertirte en un gran escritor lo único que tienes que hacer es leer mucho y fijarte como los escritores de otros países manejan correctamente el español. Gracias por la invitación. Seguiré leyendo el resto de tu material haciendo acopio de paciencia y comprensión cada vez que aparezca un "dominicanismo" MAMBRINUS
05-11-2005 ES muy dulce tu escrito te felicito****** lagunita
05-11-2005 Es la vida misma hecha cuento... así lo sentí... cuanto decimos y tan poco lo que se nos escuche y entiende¡¡ Un abrazo Dora MujerSol
04-11-2005 Preciosa historia! triste y a la vez tierna, porque seguramente esa cotorra no se iba porque en el fondo amaba el hogar. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
04-11-2005 Nostalgico! es la realidad de cada dia... en muchos sentidos. bonito. que bien que no termino como un cuento de adas! _YLAJALY
04-11-2005 Es muy tierno lo que escribes... Iwan-al-Tarsh
 
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