Deseo comenzar esto de una manera diferente, apagar el televisor para siempre y ponerme a observar la vida y ponerme a observarme a mí mismo. Música, si quiero música la encuentro con los ojos. Encuentro con los ojos música y alegría; porque ahora Venezuela se está sintonizando de una manera alegre. Siempre me burlé de la esperanza, pero observo con los ojos esperanza y alegría. Hablo de lo que observo con los ojos en la vida. Me paseo entre la gente como un duende y, como no tengo responsabilidades ni me preocupo por cosa alguna, camino entre la gente sintonizado con el cielo que es azul durante el día y algunas veces está cargado de nubes. De noche es diferente, en la noche me convierto en cualquier tipo de ente. Una vez frente a un espejo oscuro me convertí en un cuervo indio, supe que era del Sur que probablemente era un espíritu Inca que había llegado hasta allí desde el tiempo de los Mayas; una pata en cada estrella o un reflejo producido por ellas, esa es la impresión que tengo. La impresión que tengo es que es de alguna otra parte; lo sé: de cuando al cielo nocturno se le llamaba Océano. Es parte de mi espíritu. Soy uno de los pocos Libres que no se cree hombre. Me alimento de energía, cuando no hay energía la pierdo y cuando la hay me alimento de energía y la devuelvo. Me gusta caminar en la ciudad cuando en la ciudad hay energía, porque uno recibe y devuelve, es triste cuando uno sólamente pierde. No me gusta ser consumidor, prefiero la oportunidad de poder ver tantas cosas. No hay nada más bonito que ver una sonrisa cuando hay razón de estar sonriente. El tiempo me enseñó a ser un tipo introvertido: a aguantar en el silencio, creo que esa es la madera que se necesita para ser un buen poeta. Ahora quiero olvidarme de todo eso y ser útil y ponerme para afuera. Tanto tiempo. Tanto tiempo.