José estaba solo hasta en sus sueños y era duro para él vivir sin nadie más. Encerrado en su apartamento parecía un viajero del espacio encerrado solo en una cápsula espacial.
La soledad posee sus propios ritos, su propia mágica; aun cuando no se use la voz, o poco se use, los pensamientos rebotan en las paredes y se devuelven como si fuesen un eco y esto es natural porque los pensamientos se vuelven profundos como consecuencia de la misma soledad y de la velocidad que ésta trae al individuo por falta de interrupciones; pero siempre retornan a lo mismo de lo mismo de que partió. Y esa extraña manera de constituirse era de lo que le había hecho a José la soledad.
Caminar por la calle era ver rostros y gentes, medirlos y analizarlos, medir los grados de alegría y de tristeza, de felicidad y de infelicidad; medir los niveles energéticos de las multitudes, si estaba alto, si estaba bajo o si estaba medio; si estaba correcto o si estaba invertido (falsamente correcto). Cuando todo está correcto todo está bien, aun cuando sea en pequeña intensidad. Cuando está invertido sólo unos pocos están exaltadamente bien y todo lo demás está mal, es decir: que todo lo demás está perdiendo energía porque un error la está absorbiendo, en esos casos José debe producir mucho ectoplasma para corregir el desperfecto. El nivel estaba correcto aunque aún en baja intensidad aunque con tendencia al aumento. A pesar de ello José continuaba produciendo ectoplasma el cual estaba disminuyendo lentamente de frecuencia y de intensidad.
La soledad le dio facultades para ciertas cosas. Podríamos decir que fue la soledad la que exigió de sus servicios y a pesar de que José aceptó nunca quiso tener muy en claro para qué.
La soledad no es precisamente ausencia, porque la ausencia no existe, siempre estamos rodeados de algo; y si estamos solos en un paiseje o en los confines del espacio podemos estar seguros de que ese paisaje o ese confín del espacio posee una historia mucho más larga, compleja y misteriosa que la nuestra.
No, la soledad no puede ser ausencia, por imposibilidad. La soledad de José se caracteriza más bien por ser un estado de indiferencia profunda ante cualquier presencia, una especie de desligamiento para con las cosas que se consideran importantes o elementales en todos los seres humanos.
Pero dándose cabal cuenta uno de las cosas, la soledad de José no era soledad, era más bien un estado de trascendencia que va más allá de lo que abarca cotidianamente el lenguaje y es sólo por ello el que se le llame soledad
Y el lenguaje es comprensión
No tardó José en el mundo en darse cuenta de que había otros cuantos, pero no les paró bolas, prefirió quedarse solo con la soledad, y continuar con su larga vida de momia eterna.
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