¿Y que harás hoy por Halloween?
Es la típica pregunta que escucho por doquier.

Incluso a mí mismo me la hacen, algunos de los simploides, los mismos que, en realidad, poco me conocen: entre ellos, algunos despistados que en realidad sí me conocen, otros ociosos y ansiosos de nervios que preguntaron, y luego ni recuerdan lo que preguntaron y tampoco esperan escuchar respuesta alguna, otros más sarcásticos, con mofa, entre tantos.

Pero ni siquiera parecen entender con mi gesto casi taciturno, que me importa un reverendo pepino hacer algo especial en la noche, como ellos, por ser noche de brujas, o al menos de hacer el esfuerzo por aparentar sentirme jubiloso por el simple hecho de que todos lo estén. Pues sépanlo de una buena vez , no haré nada de eso. Ni parecer divertido, ni salir a divertirme junto a la masa gregaria, ni mucho menos compartir mi emoción con minusválidos mentales, probablemente en alguna discoteca de moda o en alguna reunioncilla típica de amiguitos con sus respectivas enamoradas donde el alcohol corre tanto como las toneladas de sangre sumisa por sus venas.

Nada de eso ¡Que no y no entiendan!

Pues ya bastante sofocado me encuentro de haber paseado hace unas horas por un mall de acá, a cuyo local llegué, como era de esperarse, de forma casual y netamente circunstancial, hastiado de rozar hombros y brazos con la gran masa parda diurna que festejaba temprano, desde esas horas, sin alcohol, su esperada noche de brujas.

Pues era de esperarse. El mall iba estar repleto de gente, a paso apurado, con particular ansia y con entrañables ganas de llenar su mente con cualquier basura, así como sus estómagos. El comedor central lucía, también como era de esperarse, lleno de alegres comensales, lleno de platos descartables, de comida descartable y de conversaciones, también, descartables.

Cuánto hubiera querido no caer en esos inmundos lares, mas como ya dije las circunstancias a veces obligan verter mirada hacia otros costados e interactuar con estos payasitos de poca sensibilidad y muchas ganas de divertirse.

¿Y qué harás hoy por Halloween? Insiste algún otro que pasea por acá detrás mío gritando con teléfono en mano.

¡Que no y no! Pues, no haré absolutamente nada. Quizá dormir la siesta más temprano que nunca para no seguir soportando esta sarta de ratas nocturnas en automóviles chillones. Quizá no más temprano que nunca para, así, no tener que soportar al repugnante de mi vecino y la música barata de sus miserables reuniones.

En suma, ni idea de lo que diablos tengo de plan para esta noche de brujas. Respuesta que en más de una ocasión he dado a noviecillas preguntonas insistentes, que recuerde, cuyo cerebro jamás conocí más que sus entrepiernas al revolcarnos en mi cama.

Por lo demás, tampoco veo qué festejar, noche de brujas es un acontecimiento tan ajeno a nuestra realidad festiva y folklórica. Nuestros pueblos, en realidad, absolutamente nada tienen que hacer con brujas medievales, espíritus y almas celtas, o qué se yo, calabazas iluminadas, que ni siquiera son, al menos, alimento predominante de nuestra cultura.

¿Porqué habría de salir hoy? Suficientes motivos aún no encuentro.

Y vamos si desean que suene mi teléfono toda la noche, tampoco me levantaré a contestarlo. Tengan las buenas noches muy lejos y unos dulces sueños. Mi verdadero instinto me lleva a dormir plácidamente la noche larga. Así como la de ayer o antier. Y no encuentro motivo alguno para romper esquemas precisamente hoy. Ha sido un arduo, fructífero y agotador día de hermoso sol y de graciosas brisas agrestes. ¡Los dioses estarían orgullosos!