Así que tú crees eso abuela
— ¿Así que tú crees eso abuela?
— ¡Y cómo no! Si veo que lo haces frente a mí, me pregunto, ¿qué no harás cuando no te veo?
— ¡Pero si no hago nada malo!
—Nadie que esté en sus cabales va a echarse la culpa.
—Pero, ¿dónde está lo malo? No hice nada más que probar qué vestido me quedaba mejor.
—Eso es lo que sucedió para ti. Más bien creo que otros pensamientos tenías en tu alma. ¿Crees que me vas a engañar con que no sabes lo que hacías? ¿Te haces la tonta?
—Bueno ¿qué fue lo que hice mal?
— ¡Te parece poco! Si sabías que te ibas a medir ropa, lo primero que debiste de haberte puesto es un brassiere y un fondo.
—Pero sabes que traigo puesto un jean, un top y una blusa holgada y no es necesario lo que tú dices. Además, tú me dijiste que te acompañara al mercado. Yo ni siquiera sabía que íbamos a pasar por la boutique.
—Sabes, ¡muy bien que sabes!, que cuando venimos al mercado te gusta ver la ropa nueva que ha llegado. Y luego me convences de que te compre al menos una blusa.
—Hoy no me compraste nada.
—Con el enojo y la vergüenza que me hiciste pasar sólo quiero darte de nalgadas.
— ¿Por qué sientes vergüenza?
— ¡Y todavía me lo preguntas! ¿Qué ha de haber pensado el señor?, qué con sólo recordar me arde la cara. Y por más señas que te hacía que nos fuéramos, te medías y medías los vestidos.
— ¿Y a poco, no se me veían bonitos?
— Te encanta, por lo que veo, provocar a los hombres. ¡Mira, mira lo que hiciste! Te mediste como media docena de vestidos, tres de ellos con el escote que se te veía medio pecho y con lo transparente de la tela, dejabas ver los pedacitos de pantaleta que usas. ¿Qué ha de haber pensado el señor?
— ¿Tú lo crees abuela?
— ¡Claro! El señor es una persona educada, y por eso no decía nada.
— ¿Tú lo crees abuela?
— ¡Claro que lo creo! Él con el afán de servir a la clientela, te tuvo paciencia. Además, le dejaste la ropa amontonada en el vestidor y después de que no le compraste nada se ha de haber malhumorado.
— ¿Y tú lo crees abuela?
— ¡Pues claro que lo creo!
—Yo creo, abuela, que si voy mañana me atenderá, y que no me dirá nada, y estará gustoso de que me mida sus vestidos. Yo creo eso abuela. No sé por qué no lo crees tú.
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