Almudena es una niña de buenos modales. Nunca osó perder la compostura, ni siquiera aquella vez en que todos los niños del espacio escaparon hasta Plutón, pescaron un resfriado y una dura reprimenda de sus padres. Almudena, como es natural, no los acompañó y se quedó sola, disimulando la tristeza, sentada sobre un satélite duro y liviano como piedra pómez, pero con pocos cráteres para explorar y atrapar lombrices.
Almudena tiene los ojos de estrella. A cada parpadeo suyo, los astrónomos de la Tierra lo llaman titilar de lucero. Ella los escucha y para engañarlos aún más, se divierte pestañeando a diestra y siniestra. Recuerda una vez que pudo mantener los ojos abiertos por un año luz, ante el asombro de los científicos del planeta azul, que no hallaban respuestas que explicaran el extraño fenómeno.
Almudena no tiene un astro de tonta, aunque los otros niños insistan en ello. Almudena es, tan solo, una niña con buenos modales, que evita meterse en problemas y juega con las muñecas cósmicas que cose su abuela. Almudena es buena, buenísima, si cabe, y hay veces en las que sueña con ser levemente mala. Sueños o pesadillas, le despiertan agobiada y llena de remordimientos.
Un día de esos poco comunes, un cometa anciano que llegó de visita, dejó una estela gorda de estrellas fugaces por toda la galaxia. Los chicos tomaron sus redes y se fueron de cacería. Almudena los miró con envidia. Ansiaba ir, pero era una niña de buenos modales. Mientras los veía partir arremolinados, advirtió que algún despistado había perdido la redecilla. La tomó al disimulo, sonrió y como en los sueños o las pesadillas, se sintió mala, no del todo, pero sí un poco.
Muy a lo lejos, se alcanzaba a observar aún la masa de niños que corría enloquecida tras las fugaces. Sin saber bien lo que se proponía, Almudena se dejó llevar por la antigravedad. Como los buenos modales le habían impedido entrenarse en el buen correr, pronto se sintió agotada. En el horizonte, los chicos eran ya una diminuta nube celeste, que al rato desapareció. Almudena pensó en volver, pero los malos modales que se habían apoderado de sí, cantaban la marcha hacia delante.
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