I.

Aquí estoy en ésta mi cama de la soledad. Al lado, vacía, la botellita de agua que tomaste esta madrugada exhausto. Y no recojo los vidrios del cenicero, solo los hice a un lado; eso no te lo perdono pero disimulo –no te conozco para decirte las verdades todavía-. Pero ese cenicero era objeto de mis cautivos, aunque solo haya durado una semana en mi casa. Me gustan bastantes cosas tuyas pero en realidad me importás nada; más me importa el sueño que he tenido hoy todo el día y la adquisición que representás, pero ambas cosas las logra cualquiera. Mi cama no es lecho de rosas sino cuna de ambigüedades, casi es un vómito de rosas pero no alcanza tanto el asco, es más notoria la contradicción. También me trae prodigios de vez en cuando, sobre todo cuando duermo sola y recuerdo los días no sola. Así las imágenes toman aspecto duradero, de creencia y orgullo social. En fin, tanta cosa culmina en sobros de vidrio de ceniceros checos, sobros de cantidad, de leyendas inofensivas tan carentes como tu presencia. Lo que más te agradecí esta mañana es que te fueras. Y tus advertencias me resultaron muy agradables; creo que lo creíste y eso me hace sentir tranquila, como libre de todo antojo y melancolía y, sobre todo, de culpa. Mi anochecer de hoy agradece tu ausencia y mañana te lo bendecirá la sociedad también, cuando, además de tener los ojos abiertos, camine despierta. Es bonito tu arete en la lengua, por cierto. No me lo imaginé.

II.

Este muro se desborda por mi sombra
y espanta tus oleadas
de engranaje
mi esperanza

Esta calle innumerada de anteriores
me replica indulgencias
de espiral
tus retornos

Este anhelo refugiado
esta cadencia
morada de zapatos rotos
tu penumbra

Desnudo. Piel de forma sigilosa
este amparo tu recuerdo y con tu cuerpo
esta escena de aire oculto
y cenicero roto.

III.

Catorce de febrero

Escribir una carta de amor para el día de los que están enamorados... no hay tal día, día fulano de tal es más fácil de encontrar. Aquí te escribo, pero, para ganarme ese premio de pasaje ida a la eternidad, con mil euros de compañía para comprar tiempo que perder. Aquí todo tiempo está perdido y no tiene precio, es gratuito el amor donde pega el viento y, cuando el aire rebota equivocado, no tiene precio el amor, tiene precio el olvido. Si ya decidí que esta carta te la escribo a vos, pues no hay más remedio que empezar por decirte que está bueno el juego. Cuanto más te siento esquizofrénico y me doy cuenta de que te importo un carajo y un día cada ciertos días te encanta decirme “te quiero” y “abandoná a tus amantes por mí”, más me gusta esta carta de amor. ¡Definitivamente estamos enamorados! Yo me imagino dejando a mis amantes por vos, y dejándote estar en mi casa más allá de las once y cuarto, cuando llega mi amor oficial que no me quiere, y evidenciando que tengo algo que evidenciar, que pueden tenerte celos y que tus pestañas no tienen comparación, y que no me importa hacer el amor con alguien que huele a talco de bebé y no tiene idea de cómo hacerle el amor a una mujer, qué maravilla, qué enamoramiento. Y vos pensás que hay alguien dispuesto a dejar a sus buenos amantes por vos, y que podés decir que andás con una nena y sobre todo tu amor por mí en el amor por mí en tu imaginación, eso te estalla la alegría un día sí, un día no, un día sí, un día no, como las margaritas deshojadas poseyendo tu tiempo entre “adiós, tengo que estudiar” y tu tiempo “me hacés falta”. Éste es amor eterno, voy ganando viáticos incluso cuando te llamo y la voz de tu exnovia dice: “Hola, éste es el celular de Dani, dejá tu mensaje después del tono”.