“Yo, Ahora” Debate entre el jurista y el filólogo"
"Asumida la verdad estadística, la volatilidad de la justicia y la moral, la variabilidad de la relación causa-efecto, la mentira en definitiva... Podremos mirar hacia dentro, al frente, y exclamar “Yo, Ahora”. Yo ahora, soy un hombre eminentemente libre."
- ¿Cómo puedes - pregunta el jurista ateniense - desplazarte en el mundo sin asumir que hay verdades que nos son inalcanzables?
- Varios son - responde el filólogo prusiano - los componentes que impiden al hombre alcanzar la insatisfacción. En todos ellos está presente esa verdad etérea de la que hablas.
- No es más justo ceñirte a realidades que pueden estar engañándote.
- Poco importa que mi percepción sea cierta. Es cuanto tengo para operar. Sin embargo tu asunción genera nuevas invenciones, que en caso alguno resuelven certezas. Inventas el demiurgo, bajo el supuesto de un motor creador.
- ¿Acaso puede concebirse la realidad sin creación?
- ¿Acaso importa? ¿Acaso puede provocar un cambio en la realidad sobre la que operamos? Para qué despreciar esfuerzos.
- La verdad nos hará libres.
- Tu verdad nos esclaviza. Inventas atribuciones humanas para la naturaleza. Les hablas de justicia, como si el término justicia no fuera un constructo teórico del hombre. Y condenas a todos a percibir una relación de justicia, donde solo hay devenir. En la falacia de "Aquel que siembra, recoge" inventas una ley.
- Quizás, no lo niego, no en este mundo.
- Hablas como si conocieras otro. Y provocas temor y arrepentimiento. Haces que el hombre acabe por sentirse culpable de ser él mismo. Condenas al hombre por ser hombre. Equivocas sus intenciones, haciéndole ver que son "moralmente" malas, como si el concepto moral, bueno, malo, no fuera infinitamente relativo en función de quien lo emplea.
-Que no hayamos alcanzado el término verdadero y absoluto, no implica que no exista.
- Que no lo conozcamos implica que es inane su existencia. Todo cuanto expones, a fin de cuentas, está fundamentado en una relación causa-efecto, en concepto de justicia.
- ¿Acaso puedes inferir que toda acción está provocada? ¿Acaso existe reacción sin acción? ¿Efecto sin causa?
- Asume, decrépito tábano, la influencia del azar. El efecto túnel, la física cuántica, el descabellado conejo de Schroedinger, tu propia existencia es mera casualidad. Una pirueta.
-“Dios no juega a los dados” dijo un físico cuántico, ahora que te agarras a ellos.
- Vago argumento, para rebatir un principio científico, el asumir la existencia etérea de un motor inmóvil indemostrable, con características humanas. Yo te respondo con la validez efímera de la verdad, el valor de existencia por encima de esencia, la asunción de aceptación de norma como concepto estadístico. El propio moralista alemán anticipaba que la verdad se sostenía en creencias mayoritariamente compartidas. Las asumimos como ciertas, para que nos permitan desarrollarnos en sociedad. En alguna ocasión podría llamarlo "mentira útil", pero quizás sea demasíado vehemente.Parece oportuno entonces hablar de “aproximaciones a la realidad”. No conlleva un rechazo. Conlleva una aceptación con reservas. El tomar conciencia de ello, nos permite no asumirlas como dogmas inalterables. Lo que hoy asumimos como cierto, mañana puede no serlo.
- Es precisamente el conocimiento absoluto lo que nos permitirá prescindir de esa verdad de fundamento estadístico de la que hablas.
- Es precisamente tu obsesión de verdades más allá de la realidad, la que provoca la imposición de la ajena voluntad ante la propia en los actos. Porque "moralmente", es "justo". Pero yo no busco la verdad. Ya no. Busco la satisfacción. Y no puedo alcanzarla sin la comprensión de que el concepto “justo” no responde a una natura, a un concepto natural físico o universal, sino eminentemente humano, lejano de toda realidad física universal.
- ¿Y cuál es tu verdad entonces?
- No tengo verdades. No soy. Estoy. Yo, ahora. Y vivía en libertad hasta que viniste a "liberarme".
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