No haber nacido en San Nicolás fue lo de menos.
Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de San Nicolás.
Que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar.
¡Con ésta sí! ¡Con ésta no! ¡Con ésta señorita me caso yo!
CANCIÓN POPULAR
Las mesas de las oficinas de los tribunales comenzaron a amontonarse de cientos y cientos de demandas, todas formuladas por mujeres. Las agraviadas pedían el amparo de la autoridad. El acto reclamado emanaba de la citada canción y exigían la pronta y expedita administración de justicia. Aludían a que la letra era violatoria de las garantías individuales ya que restringía el matrimonio ¡tan solo a las señoritas! que por cierto, ya no eran muchas y también se habían amparado pues ya ninguna sabía coser, bordar o abrir la puerta para que aquel se fuera a jugar con quién sabe quien...
No haber nacido en San Nicolás era lo de menos, cualquiera hubiera sobornado a la autoridad para que le fuera cambiado el lugar de nacimiento, o en caso, de no tener los recursos para hacerlo legal, cualquiera hubiera trabajado un par de meses para ir a la Plaza de Santo Domingo. Pero con tanto requisito..., ¿Cómo mierda podrían casarse?
Los informes justificados nunca llegaron y ante el poco trabajo que había en el Registro Civil y los millones de mujeres que se habían amparado las autoridades en lugar de emitir tal cantidad de sentencias optaron por una opción más rápida y eficaz:
A través del Diario Oficial de la Federación agregaron que la canción “Arroz con Leche” debía contener la palabra “coger” de manera optativa y no acumulativa. Es decir, con que se cumpliera uno de los requisitos, cualquiera, podría casarse.
Se hacía oficial que el termino señorita era alusivo a quien quisiera dejar su pasado atrás... Asimismo la autoridad trabajó arduamente dando pie a que cualquier especie de señorita si no sabía o no quería aprender a coser, bordar o abrir la puerta podía tomar un curso intensivo, que por cierto darían las mismas autoridades, para aprender a hacer lo otro.
Así que todas a coger... señoritas y no señoritas; jóvenes y viejas; altas y bajitas; gordas y flacas; inteligentes e idiotas; las del sexo femenino y las del sexo dudoso... En fin, ¡todas!
La participación de los hombres y las autoridades fue ejemplar como nunca se había visto. Donde veían a una ignorante o aparente ignorante de los placeres carnales la instruían ¡No fuera a quedarse soltera alguna!
Todo iba bien. Sin embargo, tres semanas después las mujeres volvieron a ser noticia cuando se manifestaron frente a Palacio Nacional en protesta de que: "un curso intensivo no era suficiente".
El pliego petitorio contenía:
1. Que se acreditara la Licenciatura en Sexología, con enfoque practico y no teórico;
2. Que el servicio social durará cuando menos un año; y
3. Que a las prostitutas se les otorgará el título correspondiente por experiencia laboral;
Las autoridades comprendiendo que el título implicaría la elevación en el costo del servicio y que la economía se podría colapsar en breve término pues se trataba de la canasta básica del hombre… simplemente dijeron ¡No! Con todo y todo ellas seguían aprendiendo...
Y cuando por fin toda las mujeres sabían coger, desbordarse en sus deseos y abrir las piernas para ir a jugar, desde luego, ¡ya no quisieron casarse!...
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