Te encoges de hombros,
me cierras los ojos,
me muestras los tuyos,
robaste murmullos.
Entiendes la idea,
alteras marea,
te gusta que juegue,
me insítas que cree.
Te basta una luz que surja desde el centro,
el punto medio del vacío de tus besos.
Para conmoverme cuando escucho a otras gentes,
para rescatarme del apremio de otros entes.
Has confiado desde hace tiempo,
no me dura un arranque más que un momento,
me has traido desde el fuego de un incendio
a la calma de lo dulce de tus aguas.
Ya no agotas esa fuente de puntitos,
ya no odias esas pecas de tu cara,
ahora sabes que sin ellas no eres tú,
y eres tú quien me esconde el ataúd.
No te inquietes ni te asustes por la sal,
en mi alma lo que menos hay es mal,
te contemplo, te acaricio a paso lento,
tu dulzura la disfruto muy contento.
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