Tanteamos las posibilidades sin tomarnos nada en serio, un amigo que perdimos, una gata que se muere, una inundación o la hambruna provocada por la sequía son cosas que estudiamos guardando siempre una natural distancia, si somos víctimas tampoco nos importa.
Este distanciamiento es un fenómeno extraño en la naturaleza de los individuos, raro de conseguir, considerado usualmente como un defecto, como apatía o indiferencia, otros pocos individuos lo consideran una virtud, Lao Tse, Sócrates, los grandes maestros, en fin.
Es fácil admirar lo que los demás admiran, sin base ni fundamento, muchos le tendrían arrechera a Gandhi si éste fuese algo más que un nombre... nos acostumbramos a adorar nombres por costumbre sin reflexionar seriamente el cómo sería la convivencia con alguno de esos individuos. E. M. Cioran una vez escribió que la convivencia con un santo debía de ser insoportable. No es de extrañar que a Jesus lo empujaron a nacer en un establo... la mayoría de nosotros somos más como los que rechazan a todos esos elementos humanos extraños, seguimos siendo así, nos encantaría volver a tener el derecho de lapidar o de quemar a hombres y a mujeres tildados de brujos y brujas después de un juicio público. Nos encantaría volver a participar en juicios públicos.
Hemos perdido ése derecho. Pero sentimos confianza cuando los encargados del hacer retoman ése viejo discurso modélico del Mal y del bien... matar, execrar en nombre del Bien. Todos estamos de acuerdo siempre y cuando el Bien (los que tengamos el privilegio de matar) seamos nosotros y sólo nosotros.
Nos retornaría el placer de matar a gente inocente que no esté de acuerdo de nosotros en el nombre de una idea (y digo Idea porque nuestro querido y adorado Dios ya está un poco viejo, propagandísticamente no es lo más adecuado).
Tanteamos las posibilidades... el terreno está un poco peligroso, siempre lo estuvo, la verdad de los hechos permanecen a pesar de los cambios de discursos. Cambio el hábito por unas chancletas viejas y unos chores rotos, me dejo crecer la barba y el cabello crece enmarañado y sucio, cada día me parezco más a lo que se llama un pordiosero; sin ampararme en ninguna idea ni en ningún partido, tomo poco a poco cada vez más la apariencia de un ser completamente inocuo.
Nos estamos preparando, nunca sabremos si estamos realmente listos, ni si somos los suficientes. Ante el peligro afinamos nuestras artes, invocamos viejos vientos, amarramos palos con piedras, construimos ermitas a las orillas del Guaire, y en el Ávila, arriba en la montaña, vamos sembrando poco a poco árboles frutales, cualquier cosa que nos sirva para la supervivencia, dejamos correr conejos y gallinas para que se reproduzcan para los años de pena. Ante la duda de si somos suficientes actuamos como si ya estuviéramos completos y cada cual utiliza todas sus posibilidades para el mejoramiento de sí mismo, para sus capacidades de resistencia.
Soñamos, éso es lo que mejor hacemos. Más que soñar, viajamos en sueños, en parajes extraños de ambientes surrealistas nos encontramos y hacemos cosas para hacer que las cosas sucedan y que otras no sucedan.
Sé que todo lo bueno sucederá en nombre del amor a todo, las facciones de la humanidad, resquebrajadas, morirán secas, ideas huecas que infectaban individuos.
Individuos que mataban gente.
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gente que mata individuos.
Gente que moría en manos de individuos que mataban gente en el nombre de un dios.
Con la oda de un discurso... un discurso que, a muchos sienta bien
Tanteamos posibilidades sin tomarnos nada en serio.
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