Entró a la habitación y prendió nerviosamente la luz. La tierra que tenía en las zapatillas le molestaba.
- ¿Razazel? ¿Razazel, estás ahí?
Nadie contestó.
- Razazel, sé que estás ahí. Sal de tu escondite.
La música que entraba por la ventana lo irritaba. Se acercó y miró un momento la vieja calesita. Una terrible culpa lo invadía. Casi no podía soportarla. Con violencia cerró la persiana.
- Jijiji
- ¡Razazel, deja de reírte!.
La habitación quedó en silencio.
- ¡Te encontraré pequeño demonio!
Su mirada se perdía en cada objeto. Una mesa solitaria. Un viejo sillón. Una sucia lámpara de pie.
- ¡El placard! ¡Tu lugar favorito!.
Sacó con desenfreno la ropa, las narices falsas, los lápices de colores y apiló todo contra la pared. El placard quedó vacío.
- ¡Me has engañado nuevamente!
Miró disimuladamente debajo de la cama, tomó la tijera del escritorio y comenzó a caminar en puntas de pie.
- ¡Te encontré!
Una sonrisa macabra se dibujó en su rostro y descargó toda su rabia. Luego una mueca de disgusto pobló su cara.
- ¡Hiciste que arruinara mis zapatos nuevos!. ¡Lo pagarás!.
La furia lo invadía.
- Jijiji
- ¿Te ríes de mí?
Corrió desesperadamente hasta la escalera. Bajó a los saltos. Entró a la cocina y tomó una afilada cuchilla. Rápidamente retornó a la habitación.
- Jijiji
- Esto se terminará. Ahogaré tu risa con mis propias manos.
Con bruscos movimientos comenzó a mover los muebles.
- ¡Te encontré maldito!
Su blanca cara se transformó
- Voy a cortarte los dedos para que no vuelvas a hacerlo.
El grito retumbó en la habitación.
- ¡mmmm! ¡Puedo sentir tu dolor! Cómo disfruto este momento ...
La sangre fluía y manchaba su colorido atuendo.
- Razazel, pagarás por tus pecados ...
Corrió desesperadamente hasta el baño.
- Que lindos ojos tienes Razazel ...
Un desgarrador alarido se adueñó del lugar. El ojo cayó en la pileta y la sangre lo cubrió. Lo tomó suavemente con su mano y lo puso frente al espejo.
- Puedo ver esa pervertida mueca de dolor en tu cara. Si te hubieran visto así los niños de la plaza .. Con sus sueños de papel y sus alas blancas ... Seguramente no se habrían acercado ... Y tú no hubieras saboreado sus pellejitos, no podrías haber acariciado sus delicados cabellos, ni arrancado sus deditos con tus dientes. Todavía recuerdo el sonido de sus piernitas al quebrarse y la desesperación en sus rostros cuando les cortabas las orejas ...
Pasó la lengua sobre el ojo, lo introdujo en su boca y comenzó a masticarlo.
- Cuando encuentren sus cuerpos vendrán por nosotros, y entonces no habrá disfraz que nos pueda esconder.
El maquillaje de su rostro estaba salpicado por la sangre. Su pelo enrulado le caía sobre la frente.
- ¿Ya no te ríes?. Que pena ... Ahora me comeré tus tripas ... Te sacaría el otro ojo también ... Pero de esa forma ya no podría verte ... Jijiji.