Abuela, quiero escribir un cuento sobre vos y no me sale. Sólo lloro. Desde el jueves, el día en que se cumplieron treinta y tres años de tu muerte, quiero escribir un cuento sobre vos como inmigrante, sobre cómo aprendiste tan rápido el español y les pedías “Agua, ¿sí?” a los vecinos, sobre cómo tuviste que ayudar a tu mamá pegando bolsitas parada a una silla porque no llegabas a la mesa o sobre cómo en vez de estudiar te mandaron a aprender a coser, porque había que trabajar y porque eras mujer. Pero no me sale nada. Sólo lloro y me desconcentro pensando en tus deseos no cumplidos, en todo lo que tuviste que hacer por obligación, como casarte con quien no amabas ni conocías, en lo que sufriste al tener a tu hijo sola, sin saber siquiera por dónde iba a salir. Lloro y te veo esperar la posibilidad de ser un poco feliz al formar una nueva familia. Extraño tu amor y tu compasión. Y me doy cuenta de cuánto te sigo necesitando. Qué poco tiempo te tuve