El blues de la noche se apodera de mis más obscuros sueños,
me levanto de entre las espinas y repito en voz alta un negro secreto
que me atormenta. Mi soledad, mientras la tormenta cae en la calle abandonada,
se entristece al observar una lagrima roja en mi mejilla.
Le doy una calada a mi último cigarrillo, mientras recupero la calma
que se me había ido, el humo juega y se asemeja a un demonio que baila
como si estuviera enamorado. Mi sombra me acompaña en mi triste realidad,
solo ella se da cuenta de mi obscura soledad.
La luz de mi vela se está apagando y me trueno el cerebro
buscando una salida, me muerdo las uñas, me jalo el cabello
y pellizco al silencio que la violencia del recuerdo abandonó en mi interior.
Y entre humo, sombras, demonios y carcajadas busco un refugio para mi alma,
el que la fría depresión me ha negado. Y grito y le exijo al maldito recuerdo
que se largue, que me deje sola en mi bella soledad.
¿Qué puede hacerle la muerte a un ángel tierno?
¿Qué pudo hacernos la muerte, si esto es eterno?
Y el aroma regresa, te siento oculto entre la noche,
te siento aquí poseyéndome y diciéndome que la nostalgia tampoco te ha abandonado.
¡Maldita la hora!, ¡Maldito el momento!, ¡Maldito el suspiro de tu último grito!,
¡Bendito seas por haberme dado, lo que todo el mundo me había negado!.
No quiero que amanezca, amo el luto de las nubes mientras rezan,
amo el canto de los ángeles de la oscuridad mientras juegan. Amo la noche
y el silencio que la acompaña. Pero sé que te tienes que ir, el ruiseñor
tiene que cantar y yo tengo que seguir siendo vigilada a través de mis pecados.
Llévame contigo dios de las tinieblas,
llévame y enciérrame en tu más romántica pesadilla, llévame y aviéntame al mar
de la alegría. ¡Llévame, maldita soledad a donde te has llevado toda mi felicidad! |