Las manos sudaban y hacían que el arma fuera más difícil de controlar. Estaba agotado, la carrera no había sido nada fácil, la policía lo seguían demasiado de cerca y prácticamente escuchaba por entres los pasillo del edificio como a cada instante cruzaban por delante de la puerta pasos que cargaban semiautomáticas. El día había sido de lo peor, en la desesperación por drogas, un asalto común y corriente se le había escapado de las manos y estas ya llenas de sangre no tenían más que un arma cargada; entre sus dedos, ya no hay drogas o alcohol ni siquiera un cigarrillo, solo el arma que nunca debió ser disparada. Ya era demasiado tarde la policía le seguía, y Laura por ningún lado, se preguntaba si la tendrían ya en custodia, no sabe aun como la dejó escapar de sus manos. Hace unos cinco minutos estaba con ella pero en la carrera por alguna razón se detuvo para recoger un papel del suelo. En un preciso tiro de la policía había dado un salto a la pandereta de un cierre y no supo mas de ella quizás ya estaba muerta. Solo en la habitación del pánico, buscaba en sus temores la solución como tratando de despertar de un sueño.
- Era solo un robo común, como tantos-
se repetía, con cada jadeo de su respiración
- era solo un robo- como tantos de aquellos que farmacias y licorerías tenían por un poco de marihuana o pasta base, lo que fuera para sentirse mejor, escapando un poco de la realidad que ya poco le importaba.
A lo lejos se oyen las patrullas detenerse en seco en frente del edificio, sólo queda defenderse. Prepara el arma. La perilla de la puerta gira y al tiempo que una bala cruza la habitación, el cuerpo de una mujer cae al suelo, mientras un papel en sus manos se pierde por entre las tablillas del suelo, doblado en cuatro cae manchado de sangre.