La noche estaba por caer en todo el valle, y la verdad ya era tiempo también de retomar el camino a casa, esta vez y como pocas veces en las vida volvía al campamento sin nada mas que las ganas de cazar, ese día no había estado del todo bueno, algo raro estaba pasando, los animales estaban mas lejos de lo de costumbre, y solo los pudo divisar a través de la llanura cruzando por el río del valle hacia por detrás de la cordillera.
-mala señal- se dijo para si mismo mientras sin mirar atrás emprendía el camino de regreso a casa antes que la oscuridad, transformara al cazador en presa.
El campamento debía de estar a unos siete u ocho kilómetros, era, en las condiciones actuales difícil de calcular, la verdad es que solo utilizaba como referencia, la cantidad de pasos, que alguien en algún momento se había dignado a contar desde el campamento hasta los restos de la gran pared, que hoy servia de limite de lo que aun podían llamar civilización. Para las expediciones mayores, la verdad es que trataban de recorrer las grandes carreteras, que aun en trozos existían, buscando en ellas una que otra señal que pudiese quedar indemne y en busca de otras personas que quizás pudieran estar en sus condiciones. Aunque han esperado durante ya un par de años equipos de rescate, que hasta ese momento no habían llegado, las esperanzas de la sobrevivencia de grandes comunidades, o potencias se esfumaban con cada día, y la verdad es que ya los mas jóvenes sólo pensaban en la reconstrucción y en nada más.
Los pasos cada vez son más largos, el camino no es seguro en la noche, pues los animales ya no eran lo de hace unos años atrás, el día aquel no solo transformo a los humanos sino además a los animales sobrevivientes, los modifico de tal manera que ahora era más difícil tratar con ellos, aun no se sabe si lo que ocurrió aquel día los transformo o simplemente nos odian pues saben que todo es nuestra culpa. Las luces del campamento son visibles en las penumbras del atardecer, puede sentirse más tranquilo y aquieta el paso, mas sabe bien que en el camino nunca se esta solo, siempre pero siempre hay un par de ojos que te observan en el trayecto, ¿de quien son? quien lo sabe, aquellos que lo han averiguado jamás han vuelto para contarlo. Por eso, las armas siempre alerta para, a cualquier eventualidad disparar sin miramientos, es por ello que para los demás esta prohibido salir del Arca sin aviso y menos sin la marca, que es la única diferencia entre volver a entrar o ser acabado en la puerta, por los vigías que tenían ordenes estrictas –aquel sin marca, esta muerto- pues ya no estábamos en condiciones de relacionarnos con cualquiera, aun cuando en el consejo esta ley dejaba mostrar sus miramientos, pues ¿Qué pasa si vienen a rescatarnos?, -eso lo sabremos con solo mirarlos- decían los más viejos que algo de memoria conservaban.
Unos kilómetros aun quedan para el campamento, nuevamente Katnuk, decide acelerar el paso, esa confianza ganada por unos leves momentos al ver de fondo las luces del campamento se esfumaban, cuando a cada instante el ruido de sus pisadas se multiplicaban por dos raramente a medida que se acercaba al arca. No estaba solo de eso ya podía estar seguro.
Katnuk, solo podía confiar en la fuerza de sus piernas, y la habilidad innata que tenia para manejar las armas, si bien cuando era diestro con el rifle, con la daga tenia una certeza única dentro de los jóvenes del arca, quedaba de manifiesto pues era de los pocos que a su edad, le era permitido salir más allá de la línea de protección hasta la gran pared. De allí en adelante lo tenía prohibido, solo los guerreros más adiestrados podían salir hasta más allá de los confines de la pared, pero solo para viajes de exploración de los cuales a la larga unos pocos volvían. Hoy fue un día malo los animales que se mantenían dentro del radio de la gran pared se alejaban conforme pasaban los días, pero él podía sentir que algo o alguien los estaba remplazando en la zona, pues a pesar que habían cada vez menos animales en el perímetro, se sentía de todo, menos solo.
La situación le era incomoda, cada paso y sentía más cerca las de un asechador, daga en mano continuo unos pasos más hacia el oeste. Se detuvo un instante, para sacar su cantimplora, y beber algo de agua. Levanto la cantimplora con la mano que sostenía la pequeña arma, en ese instante una figura atravesó a través del reflejo de la daga, un par de ojos y un cuerpo negro fue lo único que alcanzo a divisar. Su respiración se aceleró, así como su pulso, estático como una roca, solamente moviendo su garganta para tragar el agua, una gota de sudor bajo por su sien, dio levemente un paso atrás, y con un rápido movimiento en medio giro lanzo la daga atravesando en una de su extremidades a su asechador. El corazón saltaba en su pecho mientras de la funda sacaba su arma, apunto al aire y dio un solo tiro a la bestia que ya caía rápidamente sobre él, dándole certero tiro al pecho así como la bestia arremetía con certero zarpazo en el pecho de Katnuk.
Aun algo aturdido, por el golpe, se puso de pie, y ubicando las luces del portal del arca se dirigió con mucha velocidad hasta el, sus piernas se perdían por entre la hierva mientras un chorro de sangre volaba desde su pecho hasta el piso tiñéndolo de rojo. Su rostro golpeaba con los insectos nocturnos, que se alimentaban de los cadáveres que dejaba la tarde salvaje de esos días. Katnuk corría por la llanura mientras su cuerpo como si flotara se perdía en la oscuridad de la noche, el arca esta cerca, la herida de su pecho no dejaba de sangrar y ya lo tenían a poco de desfallecer.
La puerta del portal esta a solo unos metros, Katnuk recorre los últimos metros hasta el portal.
Un sonido sordo sale del arca, acompañado de un silbido chillón, la cara de Katnuk, se desfigura al oírlo aquel sonido mortal, mientras una bala de fusil cruza por medio de su corazón saliendo por su espalda. Los cinco segundos de agonía le bastaron para recordar, antes de su muerte, que al Arca jamás nadie se acercará si en su pecho no esta aun grabada la marca, aquella por la que tanto lucho y la bestia en un solo y certero golpe dejo olvidada en la llanura a solo unos metros de su ya condenado cuerpo.
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