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Hoy, el cielo es luminoso,
y aunque radiante, es doliente,
porque cuando el sol se vaya
y las sombras se acrecienten,
los camposantos serán;
campos de tristeza y muerte,
que en este día recuerdan
con flores y luz inerte,
que nos faltan los que faltan;
los que se llevó la muerte,
los que partieron del mundo
marchándose para siempre,
dejando el mundo de vivos;
para que vivan su suerte.
Ya marcharon, y se han ido
los que ya gozan de paz,
que descansan ya dormidos;
nuestros seres recordados,
y por siempre muy queridos:
Aquellos, los que se fueron;
y hoy, ya casi en el olvido.
Y en ésta noche de muertos,
más adornados los nichos;
más velas, más luz, más flores; -es cierto-,
mas se queda en entredicho
que sólo sea en este día,
recordar que ya se han ido,
¿para qué adornar los nichos?
¿para qué las flores vivas,
ni las velas que se enciendan?
si allí no hay almas cautivas;
los sepulcros sólo encierran
cenizas secas, podridas,
y un montón de huesos juntos
de unos cuerpos ya sin vidas:
los que llamamos difuntos
que iniciaron la partida.
De Bécquer palabras suenan,
Y lo que dijo es bien cierto:
¡Qué solos, Dios mío, se quedan!
¡qué solos, quedan los muertos!
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