“ENCANTANDO Y DESENCANTANDO MI CUERPO”
Cuando en un instante se descubre todo (como si una luz te abriera los ojos para que luego cegado por lo que acabas de ver se volvieran a cerrar), lo que queda es solo el recuerdo de la luz, la sombra en la retina. Y es partir de allí para que la sombra sea de nuevo luz, abrir los ojos un poquito para que haya luz por un instante, pero poco a poco no sea que de nuevo uno se quede ciego, y no pueda volver a ver más.
Y así la buscamos poco a poco: Allí no, aquí, no se donde, quizá debajo de la piel o tras las orejas como las monedas del mago, pero sin duda demasiado cerca para poder encontrarlo. Llamando a gritos desde las costuras de la piel, las patas de gallo, las autopistas de la frente. Y así juntamos los ojos con una linea, desde una niña a la otra, y la nariz salta en esa bonita comba, comba que se desliza para agarrar las dos comisuras de los labios. De la nariz cae hasta bordear el labio inferior y allí como si fuera muleta fuerza una sonrisa roja, muy roja. Baja por la garganta, dentro muy dentro, se olvida de la lengua, de los dientes, de la campanilla. No, de ella no, porque con un extremo se agarra a ella para no caerse, y en el instante en el que la boca se mueve y pronuncia un “Basta”, la comba tiembla y creyendo que ha sido un terremoto se cae. Justo cuando cree que va morir en las entrañas de ese espectacular volcán que es el estomago, zas, desaparece y vuelve a aparecer en los pies, abajo muy abajo. Sube, se desliza por las medias, llega hasta los labios y con ellos también a modo de muleta provoca una sonrisa. Entra dentro, allí, en la vagina, a modo de espiral recorre las paredes húmedas, pero ups, la viscosidad lo hace deslizar hasta el suelo y cual lombriz se sube por el otro pie, se agarra al dedo gordo, y trepa hasta arriba. La rodilla, detrás suave muy suave, por el muslo y sube por la espalda, marca poco a poco cada vértebra, hasta llegar a la nuca, y mira curiosa detrás de la oreja, ¿era allí?, no. Quizá en la frente, en el surco de las arrugas, pero tampoco. Solo quedan las patas de gallo, SI, ERA ALLÍ.
Ella, viscosa suaviza las arrugas, las baña en flujo, donde el reflejo de la luz no es uno sino varios, donde esa pluralidad dispersa la luz y la hace más tenue, menos dañina, no obstante menos fuerte. Y los ojos lloran porque añoran la pasión de la primera luz en sus retinas, las lagrimas limpian el flujo, y aquí ya no queda reflejo, ya no queda ni eso. Apenados por lo que han hecho los ojos vuelven a llorar, la luz tenue es al menos luz.
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